Por Monona Valdés, directora de Educación Diferencial U. Andrés Bello.
El cierre del año escolar no solo marca el inicio de un período de descanso, sino también la reorganización de la vida familiar. Junto con las vacaciones, emergen múltiples programaciones de nuevas actividades, celebraciones con reuniones, viajes y encuentros sociales que rompen la estructura cotidiana. Si bien estas instancias son significativas, para niños y niñas con condición del espectro autista (CEA) pueden representar un desafío importante, ya que las rutinas predecibles cumplen un rol central en su bienestar emocional, conductual y comunicativo, nos preguntamos ¿cómo sostener ciertas rutinas que entregan seguridad y estabilidad a niños y niñas con CEA?
Desde la evidencia, la experiencia en aula y el trabajo con las familias, se coinciden en un punto clave: anticipar reduce la ansiedad frente a nuevas actividades. Antes de que comiencen las celebraciones, es recomendable explicar y preparar lo que ocurrirá. Aquí te dejo algunos consejos a aplicar a fin de otorgándoles mayor sensación de control y seguridad:
Calendarios visuales (pictograma o sistema de comunicación utilizado) que indiquen días especiales, visitas y horarios distintos, secuencias de actividades (por ejemplo: llegar–saludar–comer–descansar–volver a casa), historias sociales que describan, con lenguaje simple e imágenes, cómo será la dinámica de la celebración.
Con el fin de resguardar el bienestar integral, se sugiere a las familias considerar algunos aspectos que son esenciales y que podrían hacer más agradable la participación en las celebraciones:
Ruidos: Anticipar fuegos artificiales, música alta o gritos. Disponer de audífonos con cancelación de ruido o espacios tranquilos de retiro puede marcar una gran diferencia. Alimentación: Respetar preferencias y aversiones sensoriales. No forzar nuevas texturas o sabores en contextos ya demandantes. Duración y pausas: Las celebraciones no deben vivirse como una exigencia de permanencia prolongada. Planificar tiempos de descanso ayuda a regular la sobrecarga sensorial. Flexibilidad emocional: Cambios de conducta no son “mal comportamiento”, sino formas de comunicar malestar. Acompañar con calma y validación es fundamental.
Las fiestas de fin de año pueden y deben ser experiencias significativas también para niños y niñas con CEA. La clave no está en evitar los encuentros, sino en anticiparlos, respetando los ritmos, las necesidades sensoriales y los sistemas de comunicación de cada niño o niña. Por último, validar sus emociones no solo previene crisis, sino que fortalece el vínculo familiar y promueve un cierre de año más amable, inclusivo y coherente con el bienestar infantil. En educación, y también en casa, cuidar las rutinas es cuidar la infancia.
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