Un reciente estudio de la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey, EE.UU., ha abierto una inesperada puerta en la investigación sobre enfermedades metabólicas: el ibuprofeno, un antiinflamatorio de uso común, podría tener efectos sobre el metabolismo de la glucosa al modular receptores del sabor dulce. Aunque el hallazgo es preliminar, plantea preguntas relevantes sobre el potencial de los medicamentos convencionales en nuevas áreas terapéuticas.
La investigación sugiere que el ibuprofeno y el naproxeno, ambos antiinflamatorios no esteroidales (AINEs), pueden inhibir los receptores TAS1R2/TAS1R3, responsables de transmitir el sabor dulce en la boca. Esta inhibición no solo reduce la percepción del dulzor, sino que también podría alterar la señalización de la glucosa en el organismo, lo que abre la posibilidad de influir en su metabolismo.
Mecanismo biológico
La Dra. Nicole Sanguinetti González, académica de la Escuela de Química y Farmacia de la U. Andrés Bello, sede Viña del Mar, explica que “el estudio es interesante porque propone una vía de acción adicional, no inflamatoria, para los AINE convencionales. Sin embargo, es preliminar y presenta muchas variables que deben evaluarse antes de considerar aplicaciones clínicas”.
Según la experta, aunque los resultados son consistentes tanto in vitro como in vivo, se limitan a la percepción del dulzor y la señalización de los receptores dulces. “El hecho de que un fármaco cambie la sensación del gusto no significa necesariamente que impacte en la homeostasis glicémica”, advierte.
Para determinar si realmente hay un efecto metabólico, se requerirían pruebas más profundas, como curvas de tolerancia a la glucosa, medición de incretinas y estudios sobre la liberación de insulina. “Los receptores dulces no solo están en la boca, también en el intestino y el páncreas. Si el ibuprofeno altera esa señalización, podría influir directamente en la saciedad y el control glicémico postprandial”, señala la Dra. Sanguinetti.
¿Cambios en el uso cotidiano del ibuprofeno?
La respuesta es clara: no por ahora. “Desde un punto de vista hipotético, si el ibuprofeno mejora la detección de glucosa o la secreción de incretinas, podría traducirse en un mejor control glicémico. Pero son solo hipótesis que no están probadas en humanos a largo plazo”, aclara la académica UNAB.
En personas con diabetes o riesgo metabólico, el uso crónico de ibuprofeno puede ser más perjudicial que beneficioso. “Estos fármacos aumentan el riesgo cardiovascular, renal y gastrointestinal, especialmente en pacientes que ya tienen un riesgo basal elevado”, advierte.
Por ello, el uso de ibuprofeno debe limitarse a indicaciones sintomáticas de corta duración, como dolor, fiebre o inflamación. “No se justifica su uso con fines preventivos metabólicos. Las guías clínicas recomiendan evitar el uso crónico de AINEs no selectivos, salvo que no exista otra opción”, enfatiza Sanguinetti.
¿Nuevos fármacos?
El verdadero valor del estudio, según la académica de Química y Farmacia de la U. Andrés Bello, sede Viña del Mar, está en señalar un nuevo blanco terapéutico. “Podría abrir la puerta al desarrollo de antagonistas selectivos del receptor del sabor dulce, que modulen el metabolismo sin los riesgos del uso crónico de AINEs”, plantea.
Desde lo farmacológico, los receptores TAS1R2/TAS1R3 están presentes en lengua, intestino, páncreas, cerebro y tejido adiposo. Detectan azúcares y edulcorantes, y modulan la absorción de glucosa, la secreción de incretinas y la liberación de insulina.
“El estudio demostró que el ibuprofeno inhibe estos receptores, disminuyendo la señal de dulzor. Esto podría influir en la conducta alimentaria, pero también generar efectos paradójicos, como aumentar el consumo de azúcar para alcanzar la misma sensación de placer”, destaca la Dra. Sanguinetti.
Respecto a si es seguro usar ibuprofeno con fines preventivos, la experta sostiene que “el uso crónico con fines preventivos carece de evidencia científica y eficacia clínica. Además, presenta toxicidad dosis-dependiente, especialmente en adultos mayores y personas con comorbilidades”, explica.
Entre los riesgos más relevantes se encuentran el aumento de infarto, accidente cerebrovascular, hipertensión, insuficiencia cardíaca, insuficiencia renal aguda, gastritis, úlceras y hemorragia digestiva. “Estos efectos aparecen incluso en tratamientos por algunos días, y se acumulan con el tiempo y la dosis”, advierte.
Por ello, la recomendación es clara: “Para prevenir enfermedades metabólicas, se deben incorporar hábitos de vida saludables y, si es necesario, usar fármacos validados como metformina, inhibidores SGLT2, agonistas GLP-1 o estatinas”, concluye la Dra. Nicole Sanguinetti.
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