Por Frano Giakoni, director de la carrera de Entrenador Deportivo UNAB.
Es común ver, especialmente en invierno o entre quienes recién comienzan a entrenar, personas envueltas en múltiples capas de ropa, poleras térmicas y chaquetas, creyendo firmemente que “sudar más” equivale a “quemar más grasa”. La idea suena lógica: más sudor, más esfuerzo, más resultados. Pero lamentablemente, no es cierto. Y la ciencia ha sido clara al respecto.
El sudor no es una señal directa de quema de grasa. Es simplemente la manera en que nuestro cuerpo regula la temperatura. Cuando nos sobreabrigamos durante el ejercicio, sudamos más porque impedimos la disipación del calor, no porque estemos quemando más calorías o acelerando el metabolismo. En rigor, lo que se pierde en ese momento es agua, no grasa corporal. Y esa pérdida es transitoria: basta rehidratarse para que el peso vuelva.
Numerosos estudios han demostrado que entrenar en condiciones de calor excesivo, sin una adecuada regulación térmica, puede incluso reducir el rendimiento, aumentar el estrés cardiovascular y elevar el riesgo de deshidratación, calambres o golpes de calor. Un artículo publicado en el Journal of Strength and Conditioning Research concluyó que el uso de trajes plásticos o exceso de capas de ropa durante el ejercicio no mejora la oxidación de grasas, pero sí compromete la salud del deportista al aumentar la carga térmica.
A nivel fisiológico, la quema de grasa depende de muchos factores: intensidad del ejercicio, duración, tipo de entrenamiento, condición física, alimentación y genética. Y ninguno de ellos se ve beneficiado por el sobreabrigo. De hecho, entrenar a una intensidad moderada y constante, con una frecuencia cardíaca controlada, favorece mucho más el uso de lípidos como fuente de energía que una sesión corta y sofocante envuelto en buzos.
Además, este mito suele perpetuar prácticas peligrosas, especialmente en jóvenes o personas con poca experiencia física, que buscan resultados rápidos o bajar de peso de forma extrema. Lo que logran, en muchos casos, es una deshidratación innecesaria, fatiga anticipada y una mala relación con la actividad física.
Desde la formación en ciencias del deporte, insistimos en que el entrenamiento debe ser seguro, progresivo y basado en evidencia. El confort térmico durante el ejercicio es fundamental para rendir bien, evitar riesgos y adherirse al hábito. Vestirse con ropa técnica transpirable, adecuada al clima y a la intensidad del ejercicio, es mucho más efectivo que intentar “sudar la grasa”.
El mito del sudor como medidor del éxito físico es uno de tantos que deben quedar atrás. Porque entrenar inteligente vale más que entrenar desesperado. Y porque moverse con información es también una forma de cuidarse.
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