Cibercriminalidad empresarial en Chile: una amenaza en expansión

imageEdgardo Fuentes – Director Ingeniería en Ciberseguridad U. Andrés Bello (UNAB)

En Chile, los delitos informáticos que afectan al mundo empresarial han crecido de forma alarmante. Solo en 2024 se registraron más de 27.600 millones de intentos de ciberataques, lo que representa un aumento del 360% respecto al año anterior. En 2025, el país concentra cerca del 7% de los ciberataques en América Latina, posicionándose como el segundo más atacado de Sudamérica, después de Brasil.

La transformación digital ha traído consigo una nueva vulnerabilidad para las organizaciones: la cibercriminalidad. Lo que antes era una preocupación técnica hoy se ha convertido en un riesgo estratégico, reputacional y financiero. Las cifras son elocuentes: el ransomware representa el 38% de las amenazas detectadas, afectando especialmente a los sectores de telecomunicaciones (34%) y banca/finanzas (30%).

Este crecimiento exponencial está impulsado por el uso de bots automatizados, inteligencia artificial ofensiva y campañas masivas de phishing y smishing. En abril de 2025, el Equipo Nacional de Respuesta a Incidentes de Seguridad Informática (CSIRT) emitió una alerta por el ransomware VanHelsing, que cifra archivos y exige pagos en criptomonedas, evidenciando la sofisticación de las amenazas actuales.

Entre los ataques más frecuentes destacan el ransomware, que paraliza operaciones y exige rescates millonarios; el fraude informático, que manipula sistemas para desviar fondos o alterar registros; y el phishing corporativo, que suplanta identidades internas para acceder a información confidencial. También se observa un aumento en el acceso ilícito a sistemas, especialmente mediante credenciales vulneradas o configuraciones inseguras.

Prepararse para estos escenarios exige más que soluciones tecnológicas. Las empresas deben implementar protocolos de respuesta ante incidentes, realizar simulacros de ciberataques, fortalecer la autenticación multifactor y, sobre todo, capacitar a sus equipos en ciberhigiene organizacional. La prevención no se delega: se cultiva desde la cultura interna.

Las organizaciones chilenas se han convertido en blanco prioritario por múltiples razones: manejan grandes volúmenes de datos sensibles, operan con infraestructuras digitales muchas veces desactualizadas, dependen de proveedores externos con estándares de seguridad dispares y, en muchos casos, aún no integran la ciberseguridad como parte de su gobernanza estratégica. Esta vulnerabilidad estructural, sumada a la creciente complejidad de los ataques, exige una respuesta urgente y transversal. No basta con reforzar los firewalls: se requiere una cultura preventiva que involucre a todos los niveles de la organización, desde el directorio hasta el último colaborador. La ciberseguridad debe dejar de ser un tema técnico y convertirse en una práctica estratégica, ética y reputacional.

Frente a este escenario, las cifras no solo deben alarmarnos, sino movilizarnos. Es hora de que las empresas chilenas asuman la ciberseguridad como un eje de sostenibilidad organizacional, con políticas claras, formación continua y liderazgo comprometido. Solo así podremos transformar la vulnerabilidad en resiliencia y proteger el valor más crítico de nuestra era: la confianza digital.

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