Personas sordas: avances, desafíos y barreras en Chile

imageMatías Rubio

Académico Fonoaudiología U. Andrés Bello, sede Viña del Mar

Según el II Estudio Nacional de la Discapacidad (ENDISC II), más de 200 mil personas en Chile presentan algún grado de discapacidad auditiva. De ellas, cerca de 30 mil utilizan la Lengua de Señas Chilena (LSCh) como principal medio de comunicación. Sin embargo, aún enfrentan barreras significativas en el acceso a servicios básicos, educación, salud y participación ciudadana.

Recientemente se conmemoró el Día Mundial de las Personas Sordas (28 septiembre), fecha que nos invita a reflexionar sobre un aspecto esencial de la inclusión: la comunicación. Acciones cotidianas como pedir una hora médica, asistir a clases, ver las noticias o participar en una reunión pueden convertirse en verdaderos desafíos cuando el entorno no está preparado para recibir la diversidad lingüística.
Chile ha dado pasos importantes. La promulgación de la Ley Nº 21.303 en 2021 reconoció oficialmente la LSCh como lengua natural y patrimonio intangible de la comunidad sorda. También se ha avanzado en la presencia de intérpretes en mensajes presidenciales y algunos medios de comunicación, así como en el uso de subtítulos y tecnologías de apoyo. Sin embargo, estos avances aún no se traducen en una inclusión plena.
Los desafíos en políticas públicas son claros: se necesita fortalecer la presencia de intérpretes en áreas clave como salud, justicia y educación; garantizar la educación bilingüe con LSCh como primera lengua; y promover la formación de profesionales sordos como docentes. Además, es fundamental que las instituciones públicas y privadas adopten protocolos inclusivos que aseguren el acceso equitativo a la información.
La inclusión no depende solo de leyes o dispositivos tecnológicos. También requiere voluntad social. Aprender un saludo en lengua de señas, exigir subtítulos en contenidos audiovisuales o asegurar intérpretes en espacios públicos son gestos que construyen igualdad.
La sordera no define a una persona, pero sí interpela a la sociedad. Nos desafía a reconocer que la comunicación es un derecho y que la diversidad lingüística nos enriquece como país.

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