Ecoturismo y biodiversidad: ¿una relación virtuosa o una paradoja?

Pablo Rebolledo UNABPablo Rebolledo Dujisin

Director de carrera Administración en Ecoturismo, sede Viña del Mar

Cada 22 de mayo, el Día Internacional de la Diversidad Biológica nos invita a reflexionar sobre la urgencia de proteger la extraordinaria variedad de vida que habita nuestro planeta. En este contexto, el ecoturismo y el turismo de naturaleza suelen presentarse como herramientas clave para conectar a las personas con la biodiversidad y, al mismo tiempo, financiar su conservación. Sin embargo, la relación entre turismo y biodiversidad es tan prometedora como compleja.

Diversas investigaciones recientes, como las de Buckley o Naidoo, revelan que el turismo puede actuar como una espada de doble filo. Por un lado, la presión humana sobre ecosistemas sensibles puede alterar el comportamiento de las especies, reducir su abundancia y modificar hábitats, incluso en modalidades de bajo impacto. Mamíferos que evitan zonas concurridas, especies que se vuelven nocturnas o ecosistemas perturbados por el ruido y la fragmentación son ejemplos concretos de impactos negativos detectados en áreas protegidas.

Por otro lado, el ecoturismo bien gestionado puede generar incentivos reales para conservar. Autores como Ferraro y Hanauer han demostrado que, cuando existe planificación y participación local, el turismo puede actuar como una especie de “escudo humano” que protege territorios frente a actividades más destructivas como la tala, la caza furtiva o el avance de usos agroindustriales. Además, los ingresos generados pueden fortalecer la educación ambiental, financiar guardaparques o apoyar emprendimientos comunitarios.

La clave está en el equilibrio. No se trata de prohibir el turismo en la naturaleza, sino de reconocer sus límites ecológicos. Limitar el número de visitantes, redistribuir los flujos turísticos, diseñar experiencias educativas y garantizar que las comunidades locales se beneficien directamente son prácticas necesarias para que el ecoturismo contribuya realmente a la conservación.

El desafío actual es incorporar con más fuerza los enfoques bioculturales. Es decir, reconocer que en muchos territorios —especialmente indígenas o campesinos— la diversidad biológica está intrínsecamente ligada a la diversidad cultural. Integrar la sabiduría local, promover experiencias significativas y educar a los visitantes puede marcar la diferencia entre una visita superficial y una transformación profunda.

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