Director Ingeniería Civil Informática
Universidad Andrés Bello
Hoy, la idea de “estar desconectados” es tan arcaica como el pitido del viejo módem de 56K. Este salto en la tecnología ha desatado una verdadera explosión de información, una marea de datos que no para de crecer. Para que se hagan una idea, se estima que en este 2025 el volumen de datos a nivel mundial será cinco veces mayor que en 2018. Cada minuto, aportamos nuestro granito de arena a esta avalancha digital: millones de búsquedas, consultas a asistentes virtuales, correos electrónicos que viajan a la velocidad del rayo… Con semejante océano de información, no es de extrañar que la inteligencia artificial (IA) haya despegado como un cohete. ¡Nunca antes hubo tanto material para que las máquinas aprendieran!
Chile no se queda atrás en esta carrera. Más del 94% de los hogares chilenos tienen acceso a internet, y nuestro país lidera la implementación del 5G en Latinoamérica. Además, cada vez son más los trámites que podemos hacer online y millones de chilenos ya utilizan su Clave Única. Sin embargo, no todo es color de rosa. Una encuesta reciente nos recuerda que todavía existe una brecha importante: solo una de cada cuatro personas mayores de 60 años sabe cómo conectarse a una red wifi, y la gran mayoría nunca ha utilizado su Clave Única. El desafío ya no es solo llevar la conexión a todos los rincones, sino asegurarnos de que todos tengan las herramientas para navegar en este mundo digital.
Pero este avance tecnológico, aunque fascinante, no está exento de desafíos. Los centros de datos que almacenan y procesan toda esta información consumen cantidades ingentes de energía, comparable al consumo total de países enteros. Incluso una simple pregunta a un modelo de IA puede gastar mucha más energía que una búsqueda tradicional en internet, y enfriar estas gigantescas infraestructuras requiere cantidades significativas de agua. La inteligencia artificial también tiene una “huella hídrica” que debemos considerar.
Hemos pasado de rogar que no interrumpirán nuestra conexión a impacientarnos si un video no carga en alta definición. Esta comodidad que hoy disfrutamos es el resultado de una infraestructura tecnológica monumental que, si la gestionamos con inteligencia y responsabilidad, tiene el potencial de democratizar el conocimiento y disparar la innovación. Pero si descuidamos la capacitación de las personas y el impacto ambiental de esta revolución, corremos el riesgo de crear ciudadanos de primera y segunda clase, y de sobrecargar un planeta que ya nos está dando señales de agotamiento.
En este Día de Internet, la invitación de la Ingeniería Civil Informática de la UNAB es para celebrar no solo la conexión, sino también la corresponsabilidad digital. Esto implica gobernar los datos con ética, sumar esfuerzos para que nadie se quede atrás en la alfabetización digital y diseñar tecnologías que respeten los límites de nuestro planeta. Solo así, el próximo gran salto de la IA será, además de un hito tecnológico, un verdadero logro social y ambiental para Chile y para el mundo.
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