El inicio de un nuevo ciclo escolar trae consigo cambios y expectativas que pueden generar estrés y ansiedad en muchos estudiantes. Adaptarse a nuevas rutinas, exigencias académicas y dinámicas sociales puede influir en su bienestar emocional y desempeño. Sin embargo, con estrategias adecuadas, es posible gestionar estos desafíos de manera saludable y positiva.
“El nivel de ansiedad que experimentan los estudiantes al inicio del año escolar varía según su edad, vivencias previas y grado de preparación. Algunos de los factores más comunes que pueden desencadenarla incluyen nuevas exigencias académicas, ajustes de rutinas, interacciones sociales y temor al fracaso”, explica Claudio Barrales, psicólogo clínico y profesor en Superprof.
Para evitar que la ansiedad interfiera con el equilibrio emocional y el rendimiento escolar, el especialista destaca la importancia de adoptar hábitos saludables, como:
Preparación previa: Contar con los materiales necesarios, conocer el horario escolar y visitar la institución antes del inicio de clases puede disminuir la incertidumbre.
Comunicación abierta: Expresar miedos y expectativas con familiares o amigos ayuda a reducir la preocupación.
Planificación y organización: Establecer un calendario equilibrado entre estudio y ocio contribuye a evitar el estrés.
Técnicas de relajación: La respiración profunda, el mindfulness y la actividad física son herramientas eficaces para gestionar la ansiedad.
Hábitos y rutinas: Mantener una estructura diaria estable facilita la adaptación y reduce el impacto del cambio.
Regulación del sueño: Restablecer gradualmente una rutina de descanso ayuda al cuerpo a adaptarse al nuevo ritmo.
Tiempo para el ocio: Equilibrar las responsabilidades académicas con actividades placenteras favorece el bienestar emocional.
Actitud positiva: Enfocarse en los aspectos motivadores del regreso a clases, como el aprendizaje y la socialización, reduce el temor al cambio.
Regula el sueño con Omega 3
En la misma línea, uno de los aspectos clave en este proceso de adaptación es el descanso. Durante el período de ajuste a la rutina escolar, es común que los estudiantes posterguen la hora de dormir, lo que puede afectar negativamente la calidad y duración del sueño. Esto, a su vez, incide en el rendimiento académico, el estado de ánimo y la salud en general.
En este contexto, la nutrición juega un papel fundamental. Según expertos, la ingesta de Omega 3 puede ser un gran aliado para mejorar el sueño en niñas, niños y adolescentes. “Estos ácidos grasos son esenciales, ya que el cuerpo no los produce por sí mismo. Se encuentran principalmente en pescados grasos como el jurel o el salmón, así como en frutos secos como las nueces y las semillas de linaza”, explica María Trinidad Forteza, nutricionista y colaboradora de la marca San José de Nutrisco.
Diversos estudios han demostrado que el Omega 3, en especial el docosahexaenoico (DHA) y el eicosapentaenoico (EPA), es un componente vital de las membranas celulares del cerebro. En relación con el sueño, su combinación con la vitamina D puede potenciar la producción de melatonina. “Es importante entender que el Omega 3 no actúa como un inductor directo del sueño ni tiene propiedades sedantes, sino que su impacto radica en los beneficios que aporta durante el período de descanso nocturno”, agrega la especialista.
De este modo, complementar una buena higiene del sueño con una alimentación rica en Omega 3 puede ser una estrategia efectiva para mejorar el descanso y, con ello, favorecer la adaptación al nuevo ciclo escolar.
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