Esta condición afecta directamente la salud del recién nacido, pero también el bienestar familiar, especialmente de la madre, que muchas veces debe restringir severamente su dieta para mantener la lactancia. Sin embargo, en numerosos casos la única alternativa segura es recurrir a fórmulas lácteas especiales, libres de proteínas derivadas de la leche de vaca.
El problema es que estas fórmulas son altamente costosas y, para muchas familias, prácticamente inaccesibles. Hasta ahora, el sistema de salud, a través del Programa Nacional de Alimentación Complementaria (PNAC), había asegurado su provisión, entendiendo que no se trata de un producto opcional, sino de un insumo vital para el crecimiento y la vida de los lactantes alérgicos.
Por eso, el actual desabastecimiento que enfrenta el país resulta más que preocupante. Si como sociedad declaramos a la infancia como prioridad nacional, garantizar un suministro seguro y continuo de estas fórmulas debe ser una obligación de política pública. No hablamos de un beneficio adicional, sino de un derecho básico que resguarda la salud y nutrición de nuestros niños y niñas.
Diego Rodríguez
Académico Escuela de Obstetricia UNAB
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