Migración y natalidad

imageEn los hospitales del norte, la maternidad se ha convertido en un espejo de los movimientos migratorios que atraviesan Chile. Antofagasta, Arica e Iquique concentran cada año más partos de mujeres extranjeras, muchas de ellas en tránsito y sin controles prenatales. Los equipos de salud han debido improvisar respuestas como reconvertir salas, ampliar turnos y reforzar matronería y neonatología. La red pública responde más de lo que se anticipa, sin una planificación sanitaria que incorpore la variable demográfica migrante.

Cuando las gestantes llegan al parto sin seguimiento médico, los riesgos aumentan. No hay registro de antecedentes ni control de enfermedades previas. Además, se enfrentan visiones distintas sobre el parto y el cuidado, lo que exige equipos con formación intercultural y capacidad de adaptación.

Este fenómeno, sin embargo, trasciende lo sanitario. Mientras el país registra una de las tasas de fecundidad más bajas de su historia (1,03 hijos por mujer en 2024, según el INE), las regiones del norte mantienen cifras más altas gracias a la migración femenina. De cada diez nacimientos, cuatro corresponden a madres extranjeras. La migración sostiene, por ahora, la natalidad nacional, pero no la resolverá.

A medida que las mujeres migrantes se integran, su fecundidad tiende a disminuir, y los flujos pueden cambiar con las coyunturas políticas o económicas. Depender de ese equilibrio es frágil. Chile necesita políticas que permitan tener y criar hijos sin que eso implique un sacrificio económico o laboral.

Es necesario reforzar la red perinatal del norte, ampliar los permisos parentales, ofrecer apoyos económicos continuos y promover la corresponsabilidad son pasos urgentes. Aunque el norte este impulsando el crecimiento demográfico del país, sin una política pro-familia real, ese impulso será pasajero. 

Angie Demierre Mardones

Académica Escuela de Obstetricia UNAB

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