Por Frano Giakoni Ramírez, director carrera Entrenador Deportivo UNAB.
Durante décadas, se repitió sin evidencia que los niños no debían entrenar fuerza. Se decía que podía dañar sus huesos, afectar el crecimiento o producir lesiones irreparables. Hoy, esa idea ha sido superada por la ciencia. Lejos de ser peligroso, el entrenamiento de fuerza en niños y adolescentes (cuando es bien diseñado y supervisado) es seguro, altamente beneficioso y promotor de salud integral.
Numerosos estudios han demostrado que fortalecer desde edades tempranas mejora la densidad ósea, estimula el desarrollo muscular, corrige posturas deficientes y mejora el rendimiento motor. Además, disminuye el riesgo de lesiones en otras disciplinas, potencia la autoestima y combate el sedentarismo desde la raíz. No hablamos de levantar pesas como adultos ni de entrenamientos extremos, sino de incorporar estímulos apropiados, con el cuerpo como resistencia o usando implementos ligeros y progresivos.
Los grandes consensos científicos coinciden: niños desde los 6 u 8 años pueden entrenar fuerza de manera segura, siempre que el proceso esté guiado por profesionales del deporte capacitados, con técnica correcta, adecuada progresión y énfasis en la calidad del movimiento más que en la carga. De hecho, muchos de los problemas actuales ,como el aumento del sobrepeso infantil o las alteraciones posturales, podrían prevenirse si el entrenamiento de fuerza fuera parte de los programas escolares o comunitarios desde edades tempranas.
El entrenamiento de fuerza no solo es compatible con la infancia; es deseable. Es una herramienta educativa, formativa y preventiva. El mito de que “detiene el crecimiento” o “hace daño” ha sido descartado con evidencia concreta. Lo que sí puede ser perjudicial es la improvisación, el exceso o la falta de supervisión. Pero esos riesgos no son exclusivos de la fuerza, sino de cualquier actividad física mal dirigida.
Nuestro deber como formadores y como sociedad es ofrecer oportunidades seguras para que los niños se desarrollen de forma completa. El movimiento no solo se enseña, se acompaña. Y el entrenamiento de fuerza, bien entendido, es parte de ese camino. Prohibirlo por mitos antiguos es negarle a la infancia una herramienta poderosa de salud y desarrollo.
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