Claudia Rojo, coordinadora del Instituto de Ciencias Naturales de UDLA Sede Viña del Mar
En distintos lugares del mundo, octubre se llena de decoración, dulces, disfraces y Chile no es la excepción. Halloween se ha transformado en una festividad que resalta la creatividad, la alegría y la convivencia social.
Sin embargo, detrás de estas imágenes llenas de entusiasmo y celebración, se produce un fenómeno que pocas veces observamos y que se relaciona con el impacto ambiental que pueden dejar estas celebraciones: calles con envoltorios plásticos, adornos de un solo uso, disfraces desechables y basura que tardará años o siglos en degradarse.
La solución no pasa por eliminar las celebraciones colectivas que son parte de la cultura e idiosincrasia; debemos transformar la forma en que celebramos, reciclando, reduciendo y reutilizando.
Para reciclar podemos separar los residuos desde su origen, depositándolos en los puntos limpios en contenedores para plásticos, vidrios y papeles. En el caso de los residuos orgánicos, como restos de comida, estos se pueden compostar, reduciendo los residuos y generando compostaje natural.
Para reutilizar es necesario darles una segunda vida a los utensilios y decoraciones que tengamos en nuestros hogares, evitando comprar nuevos adornos y utilizando materiales reciclados o naturales como el cartón, tela y vidrios, entre otros. Esta ornamentación sustentable permitirá que la creatividad y el respeto por el medio ambiente se unan en armonía.
Por último, reducir el uso de globos, brillantinas, cintas plásticas o envoltorios metalizados, prefiriendo en su lugar papel, cartón o materiales biodegradables. Optar por disfraces más duraderos, uso de luces LED, decoración compartida y celebraciones en comunidad, de manera de optimizar los recursos y disminuir nuestra huella ecológica.
Las celebraciones no tienen por qué dejar un impacto negativo para ser recordadas, ya que la alegría y los buenos momentos deben acompañarse de acciones responsables y sostenibles. Celebremos con sentido, entendiendo que cada aporte, por mínimo que sea, contribuye a un cambio cultural hacia una convivencia respetuosa con el medio ambiente.
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