Dr. Felipe Oelckers Aljaro, director de Ingeniería Comercial UNAB, Sede Viña del Mar.
En el último año y con las cifras presentadas por el Banco Central sobre el mes de septiembre de un crecimiento del 0%, Chile ha enfrentado un contexto económico desafiante y errático, caracterizado por un bajo crecimiento que ha generado inquietudes tanto en el sector empresarial como en la población en general. Este fenómeno no solo está afectando a las grandes corporaciones, sino que tiene un impacto directo en el ecosistema de emprendimientos que ha sido, históricamente, uno de los ejemplos a nivel mundial y uno de los motores de la economía chilena.
Siempre hay que recordar que los países no son ricos por sus recursos naturales, sino por sus políticas económicas. Desde el año 2016 se han aplicado en Chile políticas económicas muy desafortunadas enfocadas en subir impuestos para contrarrestar la desigualdad más que generar las condiciones económicas para que el país crezca. Esto ha afectado, el ahorro y a la inversión que ha repercutido a su vez en la falta de empleo y el apoyo a nuevos negocios.
Sabemos que el emprendimiento en Chile ha sido visto como una vía para la innovación, la creación de empleo y el desarrollo social. Sin embargo, en un entorno de bajo crecimiento, las condiciones para emprender se vuelven más difíciles. La incertidumbre económica puede desincentivar la inversión, tanto de los emprendedores como de los posibles inversores. La falta de confianza en el futuro económico lleva a muchos a postergar proyectos o a optar por modelos de negocio más conservadores, limitando así la creatividad y la innovación que son esenciales para el desarrollo de nuevas empresas.
Además, el acceso al financiamiento se convierte en un desafío mayor. Los bancos y las instituciones financieras tienden a ser más cautelosos en tiempos de recesión, lo que dificulta que los emprendedores consigan los recursos necesarios para iniciar o expandir sus negocios. Esto es especialmente crítico para las pequeñas y medianas empresas (PYMES), que suelen depender en gran medida de créditos para su funcionamiento diario.
Otro aspecto para considerar es el mercado laboral. Hoy el único mercado que crece es el del empleo informal, esto se debe a que, en un contexto de bajo crecimiento las oportunidades de empleo se reducen, lo que está llevando a una menor disposición de los consumidores a gastar. Esta disminución en el consumo afecta directamente a los emprendimientos, que dependen de la demanda para sobrevivir y crecer. La incertidumbre también puede llevar a una mayor cautela por parte de los consumidores, quienes priorizan el ahorro sobre el gasto, lo que impacta negativamente en las ventas de los nuevos negocios.
El bajo crecimiento económico en Chile presenta desafíos significativos para los emprendimientos, desde el acceso al financiamiento hasta la disminución de la demanda. Sin embargo, la capacidad de adaptación y la innovación seguirán siendo claves para que los emprendedores naveguen en estas aguas turbulentas. Es esencial que tanto el gobierno como las instituciones financieras apoyen a este sector vital, fomentando políticas que faciliten el acceso a recursos y promuevan un entorno más favorable para el emprendimiento más que solo estar preocupados de cobrar impuestos. Solo así podremos asegurar que Chile siga siendo un país de oportunidades, incluso en tiempos difíciles.
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