En los bosques húmedos que rodean Valdivia y se extienden hacia la costa de la Región de Los Ríos, el voqui o boqui pil pil —o Boquila trifoliolata— forma parte silenciosa pero fundamental del paisaje y de la cultura. Para la ciencia, esta enredadera nativa se ha transformado en uno de los mayores enigmas botánicos del último decenio; para las comunidades mapuche lafkenche, en cambio, es una fibra ancestral, base de un oficio que sigue vivo y que ha sido reconocido oficialmente como patrimonio cultural.
El voqui pil pil crece en ambientes de alta humedad, a orillas de esteros, lagunas y sectores sombríos del bosque valdiviano. Trepa árboles y arbustos en busca de luz, y en ese recorrido despliega una habilidad única: adapta la forma, tamaño y color de sus hojas para imitar a las especies que la rodean, un fenómeno conocido como mimetismo foliar. Una sola planta puede copiar simultáneamente las hojas de distintos árboles, desconcertando a la comunidad científica.
Desde 2014, investigaciones lideradas por científicos chilenos y extranjeros han documentado este comportamiento, señalando que el mimetismo podría cumplir una función clave: reducir la herbivoría y aumentar la supervivencia en bosques diversos. En años recientes, incluso se han planteado hipótesis más complejas —como la percepción de señales químicas, la influencia de microorganismos o formas primitivas de reconocimiento visual— sin que hasta ahora exista una explicación definitiva. La Boquila trifoliolata continúa siendo, así, un misterio abierto para la ciencia.
Sin embargo, en Valdivia y su entorno, el valor del voqui pil pil trasciende el interés académico. Desde generaciones, los cesteros y cesteras mapuche lafkenche han trabajado esta fibra para elaborar canastos, recipientes y piezas decorativas, en un ciclo productivo que incluye la recolección en el monte, la preparación del material y el tejido final. El conocimiento sobre dónde encontrar la planta, qué hebras seleccionar y cómo prepararlas forma parte de un saber transmitido de manera intergeneracional.
Los propios artesanos saben que el voqui pil pil es cada vez más escaso. Por ello, en la recolección dejan parte de las hebras en el lugar para permitir su regeneración natural, una práctica que dialoga directamente con los actuales enfoques de conservación del bosque nativo. En este sentido, la cestería no solo es un oficio, sino también una forma de manejo territorial y de cuidado del ecosistema.
Así, para Valdivia y la Región de Los Ríos, el voqui pil pil representa un cruce singular entre biodiversidad, patrimonio cultural y conocimiento vivo. Mientras la ciencia continúa explorando los secretos de su sorprendente mimetismo, en los talleres artesanales y en el monte persiste una certeza antigua: esta enredadera no es solo una planta, sino parte de una memoria colectiva que sigue tejiéndose en el sur de Chile.
En la imagen se puede ver cómo esta liana se mimetiza con las plantas vecinas y la variedad de formas y colores que puede tomar. © Ernesto Gianoli & Fernando Carrasco-Urra. Fuente: Endémico.
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