Electromovilidad en el Gran Concepción

buses eléctricos

Durante los últimos años, la electromovilidad ha pasado de ser una promesa lejana a una alternativa concreta en el transporte público chileno. Sin embargo, mientras Santiago avanza con una flota importante de buses eléctricos, el Gran Concepción vive otra realidad, una etapa de transición.

Existen proyectos piloto y anuncios de nuevas incorporaciones, como la licitación para el recorrido Concepción-Coronel-Lota para 2026, pero la consolidación del sistema requiere más que voluntad política; demanda planificación, infraestructura y visión regional.

Los buses eléctricos ofrecen beneficios que ningún otro sistema motorizado tradicional puede igualar. Su eficiencia energética supera el 85%, reducen drásticamente las emisiones locales y eliminan el ruido que tanto afecta a las zonas urbanas densamente pobladas.

Además, presentan menores costos de mantenimiento y un impacto ambiental significativamente inferior, especialmente si la electricidad proviene de fuentes renovables. Biobío, que aspira a ser referente en sostenibilidad, estas ventajas deben ser vistas como una necesidad.

Cabe preguntarse si estos buses son sostenibles para trayectos largos. La respuesta es sí, pero con matices. Actualmente, recorren entre 200 y 300 kilómetros por carga, lo que cubre sin problemas gran parte de las rutas urbanas del Gran Concepción.

Sin embargo, la sostenibilidad depende de algo más que la autonomía: requiere una gestión inteligente de la energía, infraestructura de carga estratégica y una planificación operacional que considere los tiempos de recarga y la rotación de unidades.

El paso hacia la electromovilidad no debe entenderse como un simple reemplazo de motores diésel por baterías. Se trata de una transformación estructural que implica rediseñar terminales, formar técnicos especializados, adaptar redes eléctricas y coordinar a empresas de transporte, autoridades locales y distribuidoras eléctricas.

Una transición exitosa no se improvisa, sino que requiere políticas públicas coherentes, financiamiento verde e incentivos claros para las empresas que apuesten por esta ruta. Si bien los buses son la cara más visible del cambio, el verdadero salto llegará cuando el parque automotor privado también adopte la electromovilidad.

¿Está el Gran Concepción preparado? Aún no completamente. La red eléctrica debe fortalecerse para soportar nuevas demandas, y las ciudades necesitan planificar puntos de carga, estacionamientos y rutas con visión de largo plazo.

Sin embargo, la región cuenta con una ventaja: una fuerte base universitaria y técnica, conciencia ambiental creciente y una matriz eléctrica nacional cada vez más limpia.

No obstante, la electromovilidad solo será realmente sostenible si se integra dentro de un sistema energético renovable, diversificado y resiliente. No basta con cambiar los motores si la energía que los alimenta proviene de fuentes contaminantes o si seguimos enfrentando problemas estructurales como el vertimiento de energía renovable y la falta de almacenamiento a gran escala.

Chile debe avanzar hacia una matriz más flexible y equilibrada, donde la diversificación tecnológica —hidrógeno verde, geotermia, biomasa, mareomotriz y almacenamiento térmico— complemente a la solar y la eólica.

Paradójicamente, hoy estamos combatiendo el cambio climático con fuentes que también son vulnerables a él, lo que obliga a pensar en la complementariedad energética y territorial como principio rector.

La electromovilidad es una pieza clave del rompecabezas, pero el desafío real es construir un sistema energético inteligente, limpio y estable que asegure el futuro sostenible que el Gran Concepción y el país entero merecen.

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