Académica Administración en Ecoturismo
Universidad Andrés Bello
Cada 3 de marzo se celebra el Día Mundial de la Naturaleza, instaurado por la ONU en 2013 para destacar la importancia de la biodiversidad y la vida silvestre. La fecha coincide con la firma de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES) en 1973, un tratado clave para la protección de especies en peligro. Más que una conmemoración simbólica, esta jornada invita a reflexionar sobre el impacto humano en los ecosistemas y la urgencia de su conservación. En un contexto de crisis climática y pérdida de biodiversidad, se refuerza la idea de que cada especie cumple un rol fundamental y que su protección es una responsabilidad compartida.
El concepto de naturaleza ha evolucionado con el tiempo. En la Antigua Grecia, filósofos como Aristóteles lo usaban para describir el mundo físico y sus procesos, mientras que la ciencia moderna diferenció lo natural de lo artificial. Hoy, la idea de naturaleza es aún más compleja, influida por la ecología, la política y la cultura. La industrialización y el crecimiento urbano han acentuado la percepción de la naturaleza como algo separado de la humanidad, cuando en realidad formamos parte de un sistema interconectado. Comprender esta relación es clave para protegerla en un mundo en constante cambio. Entonces la relación entre humanos y naturaleza es ambigua. Dependemos de ella para sobrevivir, pero nuestra capacidad de modificar el entorno nos ha hecho sentir ajenos a él. La urbanización y la tecnología han reforzado esta separación, reduciendo la naturaleza a un paisaje o un recurso explotable en lugar de un sistema del que somos parte. Recuperar esta conexión es esencial para enfrentar la crisis ambiental. Hay que reconocer que nuestra salud y bienestar dependen de ella y puede ayudarnos a cambiar nuestra forma de interactuar con ella y a adoptar modelos de vida más sostenibles.
No basta con admirarla o lamentar su degradación, es necesario actuar. Proteger el entorno implica modificar hábitos, apoyar políticas de conservación y fomentar una cultura de respeto. Desde el consumo responsable hasta la educación ambiental, cada acción contribuye al cambio. También es fundamental replantear nuestra relación con los ecosistemas, pasando de una visión utilitaria a una de coexistencia. Si logramos integrar este pensamiento en nuestra vida cotidiana, dejaremos de ser espectadores y nos convertiremos en protagonistas del cambio que el planeta necesita.
El futuro de la naturaleza depende de nuestras decisiones y acciones presentes. Reconocer nuestra interdependencia con el entorno es el primer paso para forjar un mundo más equilibrado y sostenible. Si adoptamos una perspectiva de respeto y responsabilidad, podemos revertir el daño causado y garantizar la conservación de los ecosistemas para las generaciones futuras. El Día Mundial de la Naturaleza nos recuerda que aún estamos a tiempo de cambiar el rumbo y construir una relación armoniosa con el planeta que llamamos hogar.
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