El director del Centro de Ingeniería en Mitigación de Catástrofes Naturales (CIMCN) de la Universidad de Antofagasta, Jorge Van Den Boch analiza el gran sismo de 1995 y los riesgos actuales para enfrentar un evento telúrico similar.
Eran las 01:11 de la madrugada del domingo 30 de julio de 1995 cuando la tierra comenzó a temblar fuertemente en Antofagasta, sorprendiendo a los habitantes de la ciudad y en medio del pánico, las ondas sísmicas sacudían a personas y objetos, que con dificultad se mantenían en pie, mientras que algunos transeúntes intentaban arrancar despavoridos por calles y veredas, protegiéndose de los cortocircuitos en el tendido eléctrico que resplandecían esa oscura noche en la Perla del Norte.
Fueron más de dos minutos y medio interminables, que dejó a tres personas fallecidas, 115 inmuebles destruidos (a nivel regional) y una centena de viviendas con deterioro parcial, registrándose también severos daños en el terminal portuario, caída de balcones en el edificio El Curvo y la icónica imagen de la Virgen en la cúspide de la Iglesia Corazón de María estuvo muy cerca de desplomarse.
De acuerdo a los datos del Servicio Geológico de Estados Unidos, el terremoto alcanzó una magnitud de 8.0 Mw, con epicentro a 36 kilómetros al noreste de Antofagasta, y su hipocentro, a unos 46,6 km. de profundidad, generando un tsunami desde el sector Punta Cangrejo (a 80 kilómetros de la capital regional), a La Rinconada y la comuna de Tocopilla, afectando además a una veintena de localidades en el Pacifico, entre ellas Islas Marquesas (Polinesia Francesa), donde el nivel del mar aumentó hasta tres metros, provocando el hundimiento de decenas de embarcaciones.
Al respecto, el director del Centro de Ingeniería en Mitigación de Catástrofes Naturales (CIMCN) de la UA, Dr. Jorge Van Den Boch, se refiere a este evento sísmico y a la publicación realizada en la revista Science Of Tsunami Hazards. “Tuvimos mucha suerte, porque si bien el epicentro fue cerca de la ciudad, la aspereza mayor donde se traban las placas, ocurrió al sur de Antofagasta, en Punta Cangrejo, donde la subducción fue de dos metros (en Antofagasta fue solo de un metro), entonces en ese lugar fue mucho más fuerte, hubo rodados de rocas de 8 a 9 toneladas, fue muy grave, el movimiento manteó el cerro, lanzando rocas de gran tamaño, y la pregunta es por qué pasa, y a eso, los sismólogos le llaman la aspereza mayor, donde hace más fuerza la placa de Nazca y donde penetra más”.
Por este motivo, y pese a la cercanía con el epicentro y considerando la magnitud, en Antofagasta no fue tan destructivo el sismo, otro aspecto relevante y escasamente divulgado, fue el tsunami posterior que se generó tras la ruptura de 160 kms. entre la Península de Mejillones y la zona de Paposo. “Parte en Punta Cangrejo, porque ahí fue el gran esfuerzo, porque el terremoto fue más grande en esa zona, cuando tu registras la hora de llegada de las primeras ondas de tsunami en las tres estaciones, medidas con mareógrafos se puede saber con exactitud el lugar donde comienza, había una estación en el sector de Punta Cangrejo de la Facultad de Recursos del Mar, otra estación en Antofagasta y otra en Tocopilla, y las tres mostraron el tsunami, y lo publicamos en una importante revista científica (Science Of Tsunami Hazards)”.
Vulnerabilidades
A casi tres décadas de este terremoto 8.0 surgen diversas interrogantes, sobre qué tan preparado se encuentran los habitantes y la infraestructura de Antofagasta para enfrentar un evento similar, considerando el crecimiento inmobiliario, tanto el normado como el irregular, el aumento de la población y la implementación de políticas públicas de la autoridad orientadas a la mitigación de los efectos de las catástrofes.
En este sentido, Van Den Boch es enfático, “Antofagasta está mal, no estamos preparados, existen más riesgos que en 1995”, el académico menciona diversas vulnerabilidades que la autoridad al parecer no estaría considerando en sus análisis. “Las personas que viven en campamentos están en serio riesgo en caso de un terremoto, por deslizamientos de tierra, rodados, porque ya no ocupan las quebradas, ocupan la loma, la falda del cerro, pero ese lugar es inestable, ya que banquearon el cerro para nivelar la casa, pero el cerro tiene una pendiente natural y no veo a ningún organismo preocupado, el aluvión no es la única amenaza que tienen”.
El científico reafirma, “tuvimos suerte en 1995”, sustentando esta afirmación en base a la información recogida en la zona de aspereza mayor (Punta Cangrejo), donde hubo deslizamiento y rodados por la pendiente, escenario que puede desencadenarse en Antofagasta, con consecuencias trágicas.
Otro de los ámbitos de preocupación, tiene relación con los grandes estanques de agua potable instalados en zonas altas de la ciudad, desconociéndose su capacidad para resistir sismos de gran envergadura. “Las tuberías de agua pueden colapsar, y generar un gran daño, si se rompen son un riesgo, yo hago mucho trabajo con estanques y hemos hecho simulaciones que se rompen, y puede generar un aluvión artificial, y con la altura y fuerza del agua puede ser muy destructivo”, afirmó el académico.
Van Den Boch también apunta como una vulnerabilidad que no existía en 1995, la dependencia actual con el mar para producir agua potable, “si ocurre un tsunami como el de 1922 (terremoto de Vallenar), el cual se espera que ocurra, la planta de Aguas Antofagasta puede sufrir daños, el área de destrucción en aquella ocasión fueron 400 kilómetros desde Coquimbo hasta Antofagasta”, y la ciudad podría quedar durante un tiempo importante sin abastecimiento del vital elemento.
En la misma situación de vulnerabilidad estarían las generadoras eléctricas instaladas en la comuna de Mejillones, las cuales necesitan el agua de mar para sus sistemas de refrigeración y la ocurrencia de un tsunami generado por un terremoto entre el sector Patache y Mejillones (uno de los eventos esperados), sería destructivo, afectando la estabilidad del suministro en el norte grande.
Finalmente, en el ámbito de educación ciudadana para enfrentar este tipo de catástrofes, el académico recomienda también centrarse en la población migrante. “Los habitantes nativos ya conocen los terremotos, los tsunamis, los aluviones, saben qué son, porque ya los ha experimentado, ya tienen un grado de información importante, han visto en televisión muchos ejemplos, han participado en los operativos o ejercicios, pero la población extranjera no tiene nada, no tiene esa experiencia, en consecuencia, ellos pueden tomar cualquier determinación, y asustados peor, algo debe hacerse con esa población, que yo no he visto, yo no he visto una preocupación especial”.
A 29 años de este gran evento sísmico, son diversas las lecciones que dejó, las cuales han sido analizadas y en la actualidad son un aporte para la investigación científica y un insumo importante para que la autoridad implemente medidas eficaces para mitigar las consecuencias de este tipo de catástrofes, que sin duda nos acompañarán hasta el fin de los días.
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