Minería chilena: punto de inflexión en un mundo que no espera

imagePor Ramón Rada Jaman, presidente de la Comisión de Innovación del IIMCh y gerente de Operaciones de SOILFE

Chile sigue siendo un actor clave de la minería del cobre, pero ya no solo compite por volumen y precio. Mientras el metal rojo se mantiene sobre US$5/lb, por la fragilidad de la oferta actual y por la incertidumbre en los equilibrios geopolíticos globales -con Escondida y Codelco aportando cerca del 10% de la producción- el mundo avanza más rápido.

La competencia es abierta y agresiva: Australia, Canadá, EE.UU., Perú, RD Congo, Argentina, Botswana e incluso Mongolia están capturando inversión con una legislación ambiental más predecible, incentivos claros a la exploración, mayor flexibilidad laboral e incentivos fiscales, que van desde exenciones hasta invariabilidad tributaria por 30 años.

Chile, en cambio, enfrenta costos laborales altos y rígidos, baja adaptabilidad operacional y una carga regulatoria que erosiona competitividad estructural, especialmente frente a proyectos brownfield cada vez más complejos.

El problema de fondo es estratégico: escasez de proyectos greenfield por débil promoción de inversión en exploración y sondaje, donde la concentración de propiedad minera impide un desarrollo de la industria a escalas diferenciadas. Además, hay profundas cicatrices causadas por años de extremismo ambientalista.

No obstante, la minería privada está dando la batalla. Entre enero y octubre, BHP Escondida superó a Codelco en producción de cobre fino, marcando un hito simbólico y operativo, con solo el 10% de su personal. Todo un ejemplo de productividad: Minera Escondida 1.139.194 tmf contra Codelco 1.127.250 tmf.

Pero hubo ajustes de producción en Escondida y también un proyecto de reconversión de celdas. Asimismo, Codelco acusó el golpe del plan de retorno seguro, después del accidente en proyecto Andesita de El Teniente y la disminución de producción en Codelco Andina de 8,2% y de 23,6% en Gabriela Mistral. En este escenario, las dos principales compañías productoras de cobre del país auguran menor producción para 2026.

En la cartera de proyectos 2025–2034 por un monto superior a 104.550 millones de dólares, más del 80% corresponde a proyectos brownfield. Esto confirma que Chile sigue apostando por exprimir y reinventar distritos maduros, con mayores desafíos técnicos, ambientales y sociales; menores leyes; desafiantes negociaciones sindicales; y relaciones con proveedores que comienzan a evidenciar pérdida de competitividad por renovaciones de contratos “con mochila” que abultan el costo, como también brechas de desempeño presupuestario en áreas de instrumentación e interoperabilidad y teleoperación.

Sin embargo, la mediana minería representa la esperanza. Su escala le permite incorporar tecnología con mayor velocidad, adoptar operación remota y teleoperada a su escala, mejorar estándares de seguridad y capturar valor en el ciclo alto de precios de cobre, oro y plata, que son bases en su producción.

De aquí es imposible no sacar una lección de política pública comparada: la acuñadura mecanizada ha reducido drásticamente los accidentes fatales en la minería peruana al eliminar la exposición directa de operadores a la caída de rocas, principal causa de fatalidades en minería subterránea.

Pero, mientras la autoridad peruana promueve la tecnificación y mecanización de la acuñadura, en Chile el SERNAGEOMIN sigue promoviendo imágenes manuales y personas expuestas con barretillas y cuñas de porte personal. ¿Cómo no mirar a Perú que pasó de 108 muertes/año en minería subterránea en los ochenta a menos de 40 en 2020? ¿Cómo no admirar su ímpetu por incorporar tecnología mecanizada para acuñar?

El mundo requiere minerales críticos, lo sabemos. Sin embargo, la ventaja geológica sin competitividad se agota. La productividad es clave y lo que no agrega valor no sirve. El futuro minero no se hereda: se defiende, se moderniza y se construye ahora.

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