El respeto por la privacidad de las personas ya no es un valor agregado. Es una necesidad. Con un promedio de 28 contactos telefónicos no deseados mensuales, Chile lidera el ranking de llamadas spam en América, según un reporte de la empresa tecnológica Hiya. Algo similar ocurre en la arena digital, donde las aplicaciones de Meta —Facebook, Messenger, Instagram y Threads— comparten hasta el 68% de los datos personales con empresas externas, en la mayoría de los casos con fines publicitarios. Así lo exhibió el informe más reciente de Nsoft.
La exposición constante a mensajes no solicitados y el uso indiscriminado de información personal configuran un sistema que se ha agotado, tanto ética como funcionalmente. Frente a este escenario, la pronta puesta en práctica de la Ley de Protección de Datos Personales (N° 21.096) representa un punto de inflexión para nuestro país, considerando que esta normativa no solo modernizará el marco legal vigente, sino que también alineará nuestros estándares con los del Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea, marcando un antes y un después.
Además, crea una Agencia de Protección de Datos Personales, que fiscalizará el cumplimiento de la ley y podrá sancionar a quienes la infrinjan con multas que pueden llegar hasta las 20.000 UTM (más de $1.300 millones en los casos más graves).
Desde el mundo publicitario, esta ley no debe verse como una amenaza, sino como una gran oportunidad para renovar las bases sobre las que construimos nuestras relaciones con las audiencias.. Al establecer reglas claras, se abre la posibilidad de construir vínculos más honestos y sostenibles. La transparencia y el consentimiento informado dejarán de ser obstáculos burocráticos para transformarse en activos reputacionales que construyen confianza.
Este nuevo contexto invita a las agencias y marcas a repensar sus estrategias de comunicación, innovar en sus formatos y avanzar hacia una publicidad verdaderamente centrada en el usuario. Una publicidad que no interrumpe, sino que dialoga; que no manipula, sino que inspira. Porque cuando los datos se usan con responsabilidad, el mensaje cobra mayor relevancia y genera una conexión auténtica al impulsar una evolución hacia una publicidad más inteligente y empática que es capaz de generar valor.
Como bien lo advierte Frank McCourt, presidente de McCourt Global y fundador de Project Liberty, iniciativa norteamericana que busca transformar internet y las redes sociales: “No deberíamos seguir llamándolos datos; deberíamos llamarlos personalidades. Le estamos regalando nuestra personalidad a estas grandes plataformas y ese es el problema que debemos solucionar”. Recuperar esa personalidad, con respeto y creatividad, es el verdadero desafío de nuestra industria. Una industria que tiene hoy, más que nunca, la oportunidad de reconectar con las personas de manera genuina.
Cristián Frederick
Director General de Cuentas de TBWA Frederick
Leave a Reply