Académico del Departamento de Ciencias Exactas
Universidad de Los Lagos, Campus Osorno
En lugar de vetar el uso del celular en el aula, deberíamos incorporarlo como objeto de estudio y herramienta pedagógica. En clases de matemática, el uso bien guiado de estos dispositivos puede potenciar el pensamiento estadístico, facilitar exploraciones gráficas, permitir quizz interactivos y activar procesadores de datos simples. Pero, para ello, es clave educar a padres, madres, apoderados y a los propios docentes.
1. El valor educativo del celular en matemáticas
Procesadores de datos, graficadores y quizz digitales pueden facilitar la comprensión de conceptos abstractos mediante visualización dinámica y retroalimentación inmediata. Especialmente, los manipulables virtuales permiten pasar de lo concreto a lo abstracto con interacción directa; cambiar variables y observar cómo se transforman las gráficas; reforzando así la comprensión conceptual.
Además, el “mobile learning” favorece métodos activos como el aprendizaje cooperativo, proyectos, aula invertida y ludificación, todos compatibles con estrategias constructivistas que promueven autonomía del estudiantado. Por ejemplo, un estudio de 2025 confirma que el uso de celulares tiene un impacto positivo en la enseñanza de matemáticas universitarias, particularmente en resolución de problemas, colaboración y motivación. Otro estudio de 2024 en aprendizaje móvil en telesecundaria encontró que el uso de apps —como 99math y tuxmath— incrementó notablemente las calificaciones y fortaleció el pensamiento lógico matemático.
Asimismo, las Tecnologías de la Información y la Comunicación para la Educación (TICE) permiten reducir obstáculos conceptuales en bachillerato y favorecer la reinterpretación de saberes, siempre que el docente esté capacitado para mediarlas. Múltiples estudios muestran que el uso de tecnología móvil —bien empleado— mejora la motivación y el compromiso del alumnado en matemáticas.
No se trata de defender el celular sin condiciones. La evidencia también señala que el uso excesivo e irracional en el aula puede perjudicar el rendimiento. Un estudio en España muestra que estudiantes que usan moderadamente la tecnología (varias veces al mes) correlaciona con mejores resultados. Entonces, el mensaje es claro: no demonizar la tecnología, sino preguntarse cómo, cuándo y con qué finalidad pedagógica se usa, considerando además la formación docente.
2. Cómo educar a apoderados y docentes para garantizar un uso pedagógico y saludable
Para involucrarnos como sociedad en el uso efectivo de las nuevas tecnologías que portan los celulares, sería interesante y urgente promover:
– Programas de formación para adultos: diseñar talleres para madres, padres y apoderadas donde se explique el valor educativo del celular, cómo puede apoyar la matemática y estrategias para supervisar su uso, facilitando espacios de participación escolar vía canales digitales, tal como se ha observado que mejora la implicación parental.
– Formación especializada para docentes: capacitar a profesoras y profesores en diseño de actividades inclusivas, uso de quizz digitales, plataformas para graficar y generar visualizaciones manipulables, y en estrategias de didáctica activa (p. e., peer instruction, feedback instantáneo).
– Políticas escolares claras y diferenciadas: regular el uso —no prohibirlo— según niveles educativos y contextos. Un uso intensivo en niveles iniciales puede distraer, pero en niveles medios y superiores, si se enmarca dentro de una pedagogía activa, tiene sentido. El enfoque debe priorizar el bienestar digital, evitando la sobreexposición y promoviendo hábitos saludables.
3. Balance entre evidencia, pedagogía y bienestar
El celular no es un enemigo: en manos capaces, bien utilizado, puede ser un aliado poderoso para la enseñanza matemática. La literatura actual lo respalda, siempre que se combine un enfoque pedagógico activo con formación docente y acompañamiento a las familias. En lugar de prohibir por miedo, deberíamos diseñar una cultura escolar digital saludable, crítica y enriquecedora, donde el dispositivo deje de ser una distracción para convertirse en un puente al pensamiento, la colaboración y el sentido profundo de las matemáticas.
En consecuencia, prohibir el celular en el aula puede ser una reacción simplista ante un desafío complejo. Lo sensato es promover su uso educativo, regulado y consciente, empoderando a familias y dotando a docentes de herramientas digitales necesarias. Solo así transformaremos una restricción en una oportunidad real para fortalecer el pensamiento matemático y el bienestar digital de nuestra sociedad.
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