Como cada diciembre, el ritmo se acelera y se instala esa combinación característica de cierres laborales, compromisos que se multiplican, compras de último minuto, falta de tiempo y multitudes. Aunque la postal típica del fin de año proyecta celebración y alegría, para muchas personas este periodo también conlleva el peso del cansancio acumulado y la presión emocional. Frente a este panorama, especialistas llaman a adoptar una mirada más realista y menos exigente, recordando que el bienestar psicológico es tan importante como cualquier preparación para las fiestas y el cierre del año.
Según indica la doctora Pia Mariel, Psicóloga de Tarapacá Interclínica, diciembre suele activar un “modo automático” difícil de detener: las personas siguen cumpliendo tareas, responsabilidades y expectativas sociales sin pensar cómo se sienten realmente. “Gran parte del malestar surge de la idea extendida de que el año debe cerrarse impecablemente, como si cada pendiente fuera un reflejo de fracaso”, sostiene, añadiendo que “ese mandato cultural, más que motivar, genera agotamiento y un sentimiento de insuficiencia que se acentúa justo cuando se espera alegría y energía”.
Distintas perspectivas
También es relevante reconocer que las fiestas no significan lo mismo para todos. “Para quienes han enfrentado pérdidas recientes, viven lejos de sus seres queridos o arrastran tensiones familiares no resueltas, este periodo puede resultar especialmente complejo”, explica la especialista.
Y aunque la expectativa social suele empujar a celebrar sin matices, es esencial entender que no todas las personas viven estas fechas del mismo modo. Validar y respetar todas las creencias es la clave para no sentir incomodidad gratuitamente, es una forma de autocuidado —y permitir que cada familia transite el periodo según sus propias posibilidades y emociones— ayuda a evitar celebraciones forzadas o rituales que no se sienten auténticos. “Un entorno realmente cuidado no se define por lo grande de la reunión, sino por la honestidad con que se acogen y expresan las emociones”, detalla la doctora Mariel.
Presente y saludable
En las semanas previas a las celebraciones también aumentan las compras impulsivas, que muchas veces funcionan como una respuesta emocional frente al cansancio o la ansiedad acumulada. “Ese impulso puede entregar una sensación momentánea de control o pertenencia, pero a la larga incrementa la presión financiera y el malestar”, explica la doctora de Tarapacá Interclínica.
Por eso es importante actuar con conciencia y hablar abiertamente sobre las expectativas que rodean los regalos y las celebraciones. “Cuando las fiestas se abordan desde la transparencia, se vuelven más amables y menos demandantes para todos”, asevera el doctor Nicolás De La Sotta, Psicólogo de Los Leones Interclínica.
Las relaciones con la comida, el cuerpo y los propios rituales de celebración también pueden transformarse en un foco de tensión. Muchas personas llegan a diciembre con culpa por haber perdido rutinas o con temor a arruinar avances personales; otras, en cambio, caen en excesos que luego pasan la cuenta física y emocional.
Según el especialista de Los Leones Interclínica, el desafío de estas fechas es volver a la conciencia y al disfrute sencillo, sin convertir la mesa de fin de año en una prueba que hay que rendir ni en un descontrol. “El equilibrio nace de la amabilidad con uno mismo. Las metas irreales sobre cómo debemos vernos o lo que deberíamos tener no aportan a nuestro bienestar”, señala.
Las redes sociales, que en estas semanas se llenan de imágenes de celebraciones impecables, también influyen en el ánimo. El doctor De La Sotta advierte que “es importante usarlas con criterio, especialmente en el caso de niños y adolescentes, explicándoles que estas plataformas suelen promover comparaciones constantes y que no todo lo que aparece allí refleja la realidad”. Al mismo tiempo, recuerda que también pueden convertirse en espacios de apoyo y contención emocional. La clave está en distinguir aquello que inspira de lo que solo genera desgaste.
Poner en perspectiva
Aunque suene difícil de creer, diciembre no debería vivirse como una prueba de resistencia ni como una meta que hay que cumplir al 100%. “Una celebración más consciente parte por reconocer los propios límites, pedir ayuda cuando el peso emocional se vuelve excesivo y dar espacio a pausas que permitan respirar y poner las cosas en perspectiva”, sostiene el doctor De La Sotta.
Por su parte, en un mes donde el ruido externo suele monopolizar la atención, la doctora Mariel invita a volver a lo esencial. “Las fiestas pueden ser imperfectas y aun así valiosas. El cierre del año no necesita brillo extraordinario: basta con bajar la velocidad, reconocer lo vivido y darle espacio al descanso, la conexión emocional y la amabilidad consigo mismo”, señala.
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