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El caso Trump China y la salud mental de la población

Por Dr Diego Graber, psiquiatra del Centro Clínico del Ánimo y la Ansiedad.

Aunque los conflictos internacionales muchas veces nos parecen ajenos, sus consecuencias emocionales pueden afectar incluso en nuestras rutinas cotidianas. Las recientes tensiones entre Estados Unidos y China —reavivadas por declaraciones, medidas económicas e incluso amenazas tecnológicas bajo el liderazgo de Donald Trump— nos recuerdan lo frágil que es el equilibrio mundial.

La incertidumbre por una posible escalada en el conflicto, que involucra dos de las potencias más influyentes del planeta, activa en nosotros un estado de alerta permanente. La constante exposición a noticias, análisis políticos o mensajes alarmistas, puede hacer que interpretemos este escenario como una amenaza directa, aunque esté ocurriendo a miles de kilómetros de distancia.

Esto se puede manifiestar a través de síntomas físicos y psicológicos: irritabilidad, cansancio, dificultad para concentrarse o dormir, y hasta un aumento en la sensación de vulnerabilidad. A diferencia de otras situaciones más cercanas que podemos enfrentar con acciones concretas, los grandes conflictos geopolíticos como este escapan de nuestro control, y esa imposibilidad de incidir directamente muchas veces acentúa nuestra ansiedad.

Una respuesta común frente a este tipo de emoción es el intento de “controlar” a través de la información. Caemos en el llamado doomscrolling, buscando constantemente novedades, declaraciones o análisis para tratar de entender qué es lo que se aproxima. Esto puede aumentar el nivel de exposición al estrés, sobre todo si se trata de contenidos sensacionalistas o polarizados.

Aceptar que hay cosas que no podemos controlar es el primer paso para recuperar la calma. En vez de saturarnos con noticias a toda hora, podemos establecer momentos del día específicos para informarnos, buscar fuentes confiables y evitar contenido violento o demasiado gráfico. También se recomienda seguir con nuestras rutinas, proteger nuestros espacios de autocuidado y compartir lo que sentimos al respecto, evitando el aislamiento.

En tiempos de incertidumbre global, la conexión con otros, el cuidado personal y la organización de nuestro propio mundo se vuelven más relevantes que nunca. Hablar con los más pequeños sobre estas situaciones también nos exige un grado de sensibilidad. Es fundamental usar un lenguaje que se adecúe a su edad, validar sus emociones y asegurarles que su entorno cercano permanece estable y seguro.

Si las preocupaciones comienzan a interferir abruptamente en nuestro bienestar, no es exagerado buscar apoyo de profesionales. Hay herramientas efectivas que pueden ayudarnos a procesar el miedo y la sensación de inseguridad.

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