Karla Rivera Aguilera, académica Universidad Central sede Región de Coquimbo. En la formación inicial docente, cada vez toma más fuerza la necesidad de transitar desde metodologías tradicionales hacia enfoques pedagógicos que articulen el aprendizaje académico con el compromiso social. En este contexto, la metodología de Aprendizaje y Servicio (A+S) surge como una valiosa herramienta para formar profesionales integrales, especialmente en carreras como Educación Diferencial, donde el compromiso con la equidad y la justicia social son pilares fundamentales.
A+S permite a las y los estudiantes aplicar sus conocimientos en contextos reales, colaborando con comunidades o instituciones que enfrentan desafíos concretos relacionados con la mejora de la calidad de vida y el desarrollo integral de las personas y comunidades, desde una perspectiva inclusiva y de equidad educativa. Esta experiencia no solo fortalece las competencias profesionales, también exige una profunda reflexión y compromiso a nivel personal, ético y valórico, generando aprendizajes profundos.
Un ejemplo concreto y valioso de esto lo han protagonizado las estudiantes de quinto año de la carrera de Educación Diferencial, quienes se han vinculado activamente con diversas organizaciones comunitarias —como agrupaciones de personas mayores, colectivos de personas en situación de discapacidad y clubes infantiles— para poner a su servicio el conocimiento técnico adquirido durante su formación. A partir de este relacionamiento, elaboran propuestas de proyectos que responden a necesidades reales del territorio, demostrando que la educación puede y debe tener un impacto directo en la calidad de vida de las personas y comunidades.
Esta experiencia no solo enriquece la formación de nuestras estudiantes, sino que también reafirma una convicción: el conocimiento cobra verdadero sentido cuando es compartido y puesto al servicio del bien común. La posibilidad de diseñar propuestas en conjunto con la comunidad, desde una lógica colaborativa y no asistencialista, permite comprender que la inclusión no se decreta, sino que se construye desde la práctica, la escucha activa y el respeto por los saberes locales.
Frente a un sistema educativo que todavía reproduce barreras, segmentaciones y exclusiones, formar docentes capaces de leer críticamente la realidad y actuar con compromiso se vuelve una urgencia ética y política. Por ello, integrar la metodología A+S en la formación de Educadoras Diferenciales no es solo una estrategia innovadora, sino una responsabilidad con las infancias, las comunidades y el país que queremos construir.
La universidad, al vincularse activamente con el medio, no solo cumple con una función pública, sino que se convierte en un espacio de transformación, donde el conocimiento se construye en diálogo con la realidad. En este proceso, las estudiantes no solo aprenden sobre inclusión, sino que la viven, la sienten y la hacen posible.
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