Académico Ingeniería Comercial
Universidad Andrés Bello
A primera vista, la idea de sumar el 17 de septiembre a los feriados de Fiestas Patrias es atractiva, suma un día adicional de descanso para los trabajadores y puede ser un impulso para sectores que dependen del ocio. Especialmente en un contexto electoral como el actual, este tipo de propuestas encuentran eco fácilmente. Sin embargo, cualquier mirada un poco más profunda revelará que los efectos no son tan claros ni necesariamente beneficiosos a largo plazo.
El principal argumento a favor de la propuesta es que un feriado adicional puede resultar en un incremento en el consumo en sectores clave, como el turismo y los servicios. Suena razonable. Aunque, desde el punto de vista económico, es difícil no ver que este tipo de medidas, si bien populares, tienen un precio.
Un día más de descanso no afecta de la misma manera a todos los sectores. Mientras que algunos se beneficiarán, otros verán cómo merma su productividad. Las empresas que dependen de un ritmo constante de producción o aquellas con contratos que no se pueden reprogramar se verán afectadas. En última instancia, esto no es solo una cuestión de quienes ganan, sino de quienes pierden. Y la productividad general, de manera agregada, probablemente sufrirá.
Más aún, la última evaluación del Banco Central muestra que el segmento de consumo no está experimentando un auge en el gasto de entretenimiento o en actividades recreativas, sino más bien en servicios esenciales como la salud. ¿En qué medida entonces, un feriado adicional, traerá realmente beneficios para la economía? Un feriado de esta naturaleza no necesariamente tiene el poder de transformar el comportamiento del consumidor, ni de contribuir de manera relevante a la economía.
Pero lo que realmente preocupa es la falta de reflexión sobre las consecuencias a más largo plazo. Cuando las grandes empresas se enfrentan a un día menos de producción, los efectos no son inmediatos, pero sí se perciben en el mediano plazo a través de pérdidas tangibles, costos adicionales y, en muchos casos, la necesidad de ajustar sus operaciones de forma costosa. Además, la presión sobre las cadenas de suministro y el cumplimiento de contratos se incrementa, lo que podría complicar a algunos sectores productivos.
Chile todavía enfrenta incertidumbre económica, marcada tanto por factores internos como externos, y todavía no logra recuperarse de las secuelas de la crisis sanitaria, como consecuencia, medidas como esta deberían ser evaluadas con más rigor. Si bien el descanso para los trabajadores es importante, debemos preguntarnos si el breve beneficio justifica el costo. En lugar de buscar soluciones fáciles, debemos enfocarnos en un debate más profundo orientado a mejorar la productividad, el bienestar de los trabajadores y la estabilidad económica a largo plazo.
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