Académico carrera de Arquitectura
Universidad San Sebastián Sede De la Patagonia
Puerto Montt crece, pero en la dirección equivocada. En los últimos años la ciudad ha liderado la expansión territorial, avanzando sobre bosques, campos, praderas y humedales. Sobre ellos, más aún, no se han levantado barrios abiertos y diversos, sino áreas segregadas que concentran a grupos medios-bajos en entornos sub-abastecidos, con nula planificación, mala conectividad e insuficientes servicios urbanos. En contraposición tenemos el auge de parcelaciones, que prometen una vida en contacto con la naturaleza, pero que terminan concentrando a clases medias y altas en enclaves cerrados.
En suma, Puerto Montt se ha ido transformando en un archipiélago de sectores desconectados donde la cohesión social se debilita, el centro se deteriora, y la dispersión impacta en movilidad, infraestructura, convivencia y medioambiente. Ante ello la pregunta no es tanto si la ciudad debe seguir creciendo, sino cómo conducir el proceso. Y la respuesta es clara: hay que volver al centro; reactivarlo como un polo vivo, atractivo y del que nos sintamos orgullosos.
Ha habido acciones significativas en esa línea, como la recuperación de Casa Pauly, de la Costanera o el retorno del tren. Arrancando desde allí, el municipio se ha propuesto realizar una enmienda al plan regulador que permitiría densificar el centro. El objetivo es loable, pero la pregunta es cómo hacerlo, porque una mirada meramente cuantitativa —construir en altura sin considerar el contexto— o dejar al mercado la potestad de definir la ciudad que queremos ha demostrado ser perjudicial. Porque densificar no se trata sólo de construir más, sino de construir mejor: de imaginar una ciudad que convoque y acoja, un lugar donde realmente nos gustaría vivir.
Reactivar la ciudad implica gestionar sus sitios eriazos, construir espacios públicos de calidad, modernizar el transporte y fortalecer el comercio local. La inversión es bienvenida, pero subordinada al bien común. La altura de los edificios, por ejemplo, es primordial. No aprobar torres que privan de luz y tapan la vista al mar, o que saturan sectores mientras otros decaen. Es clave también prevenir la gentrificación y asegurar que los vecinos no sean desplazados por la especulación. Densificar requiere participación ciudadana, criterios urbanos claros e incentivos que promuevan la diversidad social. Y qué decir de los beneficios ecosistémicos que nos entregan quebradas, parques y humedales, que gestionados de mejor modo pueden elevar la calidad de vida y darnos un sello distintivo a nivel nacional. Por último, es indispensable el acceso a vivienda asequible, en barrios conectados, con servicios de calidad y movilidades justas. Crecer bien no es sólo una cuestión técnica: es una decisión política y social que marcará el futuro de la ciudad.
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