¿Podemos predecir las tragedias naturales? Esa es una de las preguntas comunes que la personas siempre se hacen, intentando evitar las consecuencias de estos fenómenos.
En el marco del programa GeoConnect, de Geología de la U. Andrés Bello, sede Concepción, expusieron los profesores de dicha carrera de la Universidad de Salamanca Yolanda Sánchez y Javier Elez.
Karen Correa, directora de la carrera de Geología UNAB, sede Concepción, explicó que el objetivo del programa es “fomentar reflexión activa de aspectos disciplinares frente a los desafíos que la sociedad plantea a la unidad académica, posibilitando así el conocimiento mutuo entre los estudiantes y sus eventuales fuentes ocupacionales”.
Así, lo que se pretende es “favorecer el vínculo con nuestros egresados, crear vínculos con investigadores a nivel nacional e internacional, abordar temáticas en las diversas áreas de las Ciencias de la Tierra y favorecer la integración de la comunidad de geología de la UNAB”.
Correa planteó que en esta oportunidad contamos con dos investigadores de la Universidad de Salamanca que nos muestran como herramientas tecnológicas.
“Son una puerta de acceso al conocimiento y una pieza clave en la toma de decisiones informadas para la mitigación de los riesgos ante desastres naturales, demostrando la importancia su capacidad para integrar, analizar y visualizar datos complejos, convirtiéndose en un soporte esencial para abordar los desafíos contemporáneos en las geociencias”, dijo.
Tragedias: uso de la tecnología
El centro de la charla fue conocer el trabajo de ambos académicos en diferentes tragedias naturales y también intentar responder cómo predecirlas.
Sánchez y Elez llevaron ejemplos de casos prácticos de España, y que aplican en investigación y en docencia.
Consideran que eso es una novedad para los alumnos, además de presentar las técnicas de trabajo que implementaron en ese país.
Al respecto, Yolanda Sánchez, quien realiza investigación en riesgos geológicos y sus implicaciones en la sociedad, desarrollo de modelos 3D a partir de cartografía con drones e imágenes de satélite, se refirió a cómo abordar los desastres mediante la tecnología.
Hay algunos que son más fáciles que otros, como una inundación.
Agregó que “con los avances que existen hoy eso puede estar más controlado in situ como en remoto, como su caudal, su velocidad, las precipitaciones, y podrías definir mejor y con tiempo el riesgo que conlleva para poder trabajar en ella y avisar a las personas”, precisó.
No es el caso de los terremotos, ya que los avances aún no permiten saber el momento exacto de su ocurrencia.
“Sin embargo, con datos históricos podemos estimar dónde hay más riesgo sísmico o menos, pero predecir con exactitud, por muchos avances que haya me parece que es muy difícil”, precisó.
“El riesgo cero no existe”
Javier Elez trabaja en la investigación en modelización de procesos geológicos externos mediante el uso de modelos digitales del terreno y cartografías especificas en entornos SIG.
Recordó que una de las piedras angulares del estudio de riesgos por tragedias es saber con cuánto tiempo de antelación podemos avisar a la población de un desastre natural.
Explicó que en un terremoto a veces hay un minuto o menos entre que sucede el sismo y la onda, que va más despacio que la velocidad de la luz, y llega al sitio donde va a generar un daño.
Si hay un sistema de alerta temprana muy bien definido, hay pocos segundos antes de que llegue la onda destructiva. En general el riesgo cero no existe.
Concordó con Yolanda Sánchez en cuanto a que en el caso de las inundaciones sí que podemos prever sus efectos.
“Pero el planeta siempre nos sorprende por su nivel energético. En los años 70, se olvidó o se desechó el concepto de que el hombre maneja la naturaleza o que la naturaleza está para servirle porque era evidente que no podemos controlar la naturaleza”, sostuvo.
“Entonces podemos acostumbrarnos a convivir con el riesgo y tomar medidas, como la educación, la ordenación del territorio, pero hay muchas cosas que están fuera del alcance de nuestra mano y conocimiento”, complementó.
Contó que “cuando sufrimos en Las Canarias la erupción del volcán Tajogaite, había gente que decía que era fácil solucionarla echando camiones de hormigón en la boca del volcán para que dejara de salir lava, cuando lo que tenemos que hacer es adaptarnos al nivel energético de estos fenómenos, ser flexibles, previsores, trabajar en la ordenación del territorio y en los tiempos de recurrencia, hacer lo mejor que podamos, para que los daños se minimicen”.
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