Académica Escuela de Educación
Universidad Andrés Bello, Concepción
Cuando se acerca la conmemoración del “Día de las infancias” o como tradicionalmente se conoce “Día del niño y de la niña”, los canales de televisión, publicidades y vitrinas de los centros comerciales se llenan de imágenes de juguetes, colores, dibujos animados, videojuegos y ofertas para “celebrarles con regalos que, de seguro, les alegrarán”.
Poco o nada se conversa respecto al origen de esta conmemoración, lo que implica y la oportunidad que nos da este día para reivindicar las infancias. Así como se lee “las infancias”. Al decirlo así estamos reconociendo con ello que cada infancia encierra una historia, cultura, riquezas, experiencias, lenguajes, vínculos, lazos, territorios, intereses, familias, motivaciones… En fin, vidas. Sin embargo, a la vez cada, una puede implicar desigualdades, necesidades, injusticias y silencios.
Por tanto, existen tantas infancias como niños y niñas, pero olvidamos que todos y todas ellas son sujetos de derecho: Derechos Humanos como es fundamental y también de los Derechos de Niños y Niñas, siendo la adopción de esta última Convención lo que da el origen a esta efeméride.
Hablar de derechos implica también hacerlo respecto a la justicia social. En primer lugar, no soy de quienes dicen que hay que “darle voz a niños y niñas”, simplemente porque pienso que siempre han tenido voz. El problema es que desde una mirada adulto centrista no les escuchamos ni consideramos sus opiniones, seguimos menospreciando las infancias o nos quedamos en instancias caricaturizadas de escucha sin dar lugar al protagonismo, perpetuando miradas y acciones sociales y/o educativas que resultan descontextualizadas, que no valoran dichas voces en su diversidad de texturas y representaciones.
En segundo lugar, estos días nos permiten visibilizar realidades que normalizamos y, de una vez por todas, cuestionarnos la mirada hegemónica habitual que poco se detiene a analizar el impacto de nuestras acciones en otros y otras. El día de las infancias debe colocar en las “vitrinas” de hoy preguntas respecto a qué hacemos día a día para el goce de los derechos de niños y niñas, en particular me quiero detener en el derecho a la no discriminación, a la identidad, a mantener las familias unidas, a la protección contra la violencia, entre otros más. Lo anterior, porque me asusta la liviandad de los discursos de odio hacia familias migrantes, lenguajes violentos que se masifican a través de los medios y permean a los colectivos, las comunidades, los barrios, las poblaciones, las ciudades y llegan a niños y niñas en forma de discriminación, prejuicio y/u olvido.
Desde mi vereda, les invito a revisar nuestros lenguajes, la forma en que generalizamos, el cómo nos vinculamos y opinamos, les invito a mirar nuestro rol como agentes de cambio que ven la oportunidad para potenciar el respeto, la valoración y consideración de la diversidad de infancias y sus contextos, entendiendo en la diversidad una oportunidad de crecer, una oportunidad de re-conocernos, reencontrarnos y volver a mirarnos a la luz de lo aprendido. Sólo así será un feliz día del niño y de la niña.
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