Perito del Ministerio Público
Docente Psicología Universidad Andrés Bello
Respecto de la inserción de la mujer a la actividad laboral remunerada, si bien, en la actualidad tenemos una mayor participación en el mundo del trabajo, especialmente si nos comparamos con generaciones anteriores, también en cierto que desempeñar una actividad laboral remunerada es un desafío para las mujeres, que incluso a veces tiene un alto costo en lo personal. Las mujeres siguen siendo discriminadas en altos cargos directivos, ya sea porque no llegan a ser susceptibles de esos ascensos o simplemente se les da preferencia a hombres, porque se entiende que poseen características de género más idóneas para esos cargos. Por otro lado, transversalmente, las mujeres tienen también otros desafíos, deben sacrificar sus carreras para satisfacer las necesidades de la familia o bien delegar el cuidado de los hijos en otras mujeres, quienes a su vez se han relegado a desempeñar funciones que han sido siempre atribuidas al género femenino, cuidar y realizar labores domésticas, para que una vez cumplidas sus jornadas, lleguen a sus hogares a realizar las mismas actividades.
¿Cuál es el precio que las mujeres deben pagar por acceder a oportunidades laborales? Y ¿por qué muchas prefieren desempeñar funciones en sus propias casas? La atribución histórica de características rígidas a mujeres, tales como la ternura, la paciencia, la comprensión, el cuidado innato y la vocación sacrificial, dificulta que diversas funciones dentro y fuera de la familia, les sean demandadas a otros, hombres, instituciones, y a la sociedad en general.
Las mujeres trabajadoras cumplen un doble turno, trabajan fuera de sus casas y al retornar a ellas, desempeñan labores domésticas, cuidado y apoyo escolar de sus hijos, restando tiempo para el descanso, el esparcimiento y el desarrollo de intereses personales. A otras mujeres, se les impide emprender económicamente, pues se les asignan responsabilidades de cuidado de familiares enfermos o adultos mayores, especialmente padres y madres, quedando destinadas a cumplir una labor altamente demandante y no remunerada, la que desempeñan en la absoluta soledad y complicidad de la familia, no logrando ellas emanciparse de este sino, al estar plenamente convencidas que les corresponde. Estas tareas se vuelven muchos más estresantes cuando además la mujer es jefa de hogar, recayendo sobre sí la función de satisfacer la totalidad de necesidades del grupo familiar, por lo que no es extraño que, dentro del universo femenino, éstas tengan la peor salud mental, con trastornos como depresión y ansiedad, que se desprenden del cansancio, frustración y la culpa de no ver satisfechas las expectativas propias, familiares y sociales.
¿Cómo avanzar en mejores condiciones para las mujeres trabajadoras? Algo ya se ha hecho en favor de abrir equidad de espacios laborales, así como de leyes que sancionan la discriminación, pero hay aun camino que recorrer, como la sala cuna universal, que evite que los empleadores limiten la contratación de mujeres en edad reproductiva, o la posibilidad de valorizar el trabajo doméstico, fortalecer las pensiones, etc. ¿Y cómo sociedad qué estamos haciendo? Mientras la crianza, las labores domésticas y de cuidados de los miembros vulnerables de la familia sigan siendo una labor principalmente femenina, y privada, mientras la sociedad no se oriente hacia una cultura de cuidado corresponsable, en que no solo la familia consanguínea tome una actitud activa en el resguardo de sus miembros, sino que la comunidad sea también co-garante de ello, las mujeres y especialmente las más vulnerables, seguirán sosteniendo funciones imprescindibles a costa de su desarrollo personal y su salud mental, en una sociedad cada vez más individualista.
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