Cristián Troncoso Valverde, Profesor investigador, Facultad de Economía y Negocios Universidad Andrés Bello Concepción.
Según datos del Banco Central, la tasa de interés de los créditos de consumo alcanzó un promedio de 28,9% durante junio del presente año, lo que lo ubica muy cerca del máximo de 29,4% registrado en febrero pasado, y lo sitúa entre los niveles más altos en los últimos 10 años en nuestro país.
Altas tasas de interés tienen como consecuencia una reducción en las posibilidades de consumo presente y futuro de las personas. Debido al mayor costo asociado al crédito, mantener nuestro nivel actual de consumo requiere de un sacrificio mucho mayor en términos de consumo futuro (que es cuando debemos pagar aquello que hemos pedido prestado). Esto hace que ajustemos nuestros patrones de consumo a la baja, lo que tiene como consecuencia final un menor nivel de bienestar.
Paradójicamente, es esta relación inversa entre costo del crédito y consumo de las familias donde subyace la principal razón que explica las altas tasas de interés que hemos observado en el último tiempo en nuestro país. Como respuesta a la alta inflación que nuestro país ha experimentado, el Banco Central (cuyo objetivo principal es justamente mantener la inflación controlada) decidió adoptar una política monetaria restrictiva que le permitiera contener el alza sostenida en el nivel general de precios en la economía.
Esta política restrictiva se materializa a través de la influencia que el Banco Central ejerce sobre la tasa de interés a la cual los bancos comerciales se prestan entre sí, lo que a su vez afecta el costo al cual los bancos comerciales prestan dinero a las personas. Y como ya sabemos, al encarecer el costo de crédito a los bancos (elevando el objetivo de la tasa a la cual los bancos se prestan entre sí, esto es, la Tasa de Política Monetaria) el Banco Central apostó precisamente a un aumento en las tasas de los créditos de consumo de forma de desincentivar el consumo de las familias y así, disminuir la presión sobre la demanda de bienes y servicios y por tanto, sobre el nivel de precios.
A la luz de los resultados actuales, esta política parece haber sido bastante efectiva. De acuerdo con el último Informe de Política Monetaria, tanto la inflación total como la subyacente (esto es, aquella que no incluye bienes cuyos precios son muy volátiles) han disminuido, lo que ha llevado a que muchos analista apuesten por una disminución en la TPM (hoy día esta se ubica en 11,25%). Sin embargo, un análisis más detallado de la trayectoria que ha experimentado la inflación (subyacente) sugiere que dicha caída en la TPM debería ser más bien acotada, lo que redundaría en bajas marginales en las tasas de interés de los créditos de consumo. Si a esto sumamos el hecho que los agentes económicos toman sus decisiones hoy en base a expectativas sobre el futuro, parte de esta caída que se anticipa en la TPM ya debería estar reflejada en las tasas actuales de los créditos de consumo que ofrecen los distintos bancos comerciales.
Así las cosas, cabe esperar créditos relativamente caros por algún tiempo más. Si no experimentamos algún sobresalto que resulte en presiones sobre el nivel de inflación, es muy probable que las altas tasas comiencen a ceder de forma más significativa a partir del último trimestre del año. La sugerencia es entonces a evitar endeudarse más allá de lo necesario, postergar aquellas decisiones de consumo que puedan esperar, y realizar una meticulosa planeación y manejo de los gastos familiares.
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