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De La Cisterna a Venezuela: La Increíble Travesía de Olivares y Riveros en la Copa Libertadores

Fuente: Liga FUTVE

En el mundo del fútbol, a veces las historias más fascinantes son aquellas que se tejen lejos de los reflectores. Y si hablamos de apuestas improbables, la de Raúl Olivares y Thomas Riveros bien podría competir con las más arriesgadas que se hacen en cualquier casa de apuestas deportivas chile. Estos dos guardametas chilenos han trazado una trayectoria tan inesperada como emocionante, desde las canchas polvorientas de La Cisterna hasta la gloria de la Copa Libertadores con el Monagas SC de Venezuela.

Del Potrero a la Gloria: Dos Destinos Entrelazados

El destino tiene formas curiosas de tejer sus historias. Mientras Raúl Olivares daba sus primeros pasos bajo los tres palos en las calles de Maipú allá por los ’90, Thomas Riveros crecía entre arengas futboleras que cruzaban fronteras, mecido por relatos de hazañas colocolinas y cánticos azules que su padre le susurraba desde la cuna en Caracas.

“Mi Raúl nació arquero”, sonríe doña María, mientras desempolva fotos añejas de un niño embarrado hasta las orejas. “Se tiraba al suelo como loco en el patio. Le gritaba que se iba a lastimar, pero él solo respondía que quería ser como Vargas”. Sus ojos brillan al recordar esas tardes interminables donde los raspones eran medallas de honor.

La historia de Thomas dibuja otros senderos. Venezolano de nacimiento pero con Chile tatuado en el alma, creció escuchando epopeyas del fútbol austral. “Mi viejo me pintaba los clásicos como batallas épicas”, rememora Riveros. “Me dormía soñando con estadios que no conocía”.

El Salto: Cuando Colo-Colo Llamó a la Puerta

Para Olivares, el Cacique no fue solo un club: fue la materialización de sus fantasías infantiles. “Pisar ese césped por primera vez… se me puso la piel de gallina”, confiesa. Pero el camino estuvo plagado de obstáculos: clubes pequeños, lesiones traicioneras, y esa cruel incertidumbre que solo conocen quienes persiguen sueños grandes.

“Hubo noches oscuras”, admite Raúl, “pero mi gente nunca me soltó la mano”.

Alturas y Desafíos: La Travesía Boliviana

El fútbol de altura forjó otro capítulo en esta historia. Entre risas entrecortadas, Olivares revive aquellos días en Bolivia: “Entrenar a 3.600 metros no es chiste. Cada bocanada de aire era un tesoro, y el soroche se volvió mi compañero de entrenamiento más persistente”.

Pero fue precisamente en esas canchas donde el metal se templó. “Bolivia me enseñó que los límites están en la cabeza”, reflexiona mientras juega con sus guantes. “Cuando logras dominar la altura, todo lo demás parece pan comido”.

Destinos Cruzados en Monagas

A veces el fútbol escribe guiones que ni el más audaz novelista imaginaria. En las calurosas tierras del Monagas SC, dos historias chilenas convergieron bajo los tres palos. “Ver a Thomas fue como encontrarme con un pedazo de Santiago en medio de Venezuela”, sonríe Olivares, recordando aquel primer encuentro.

La química fue instantánea. “Raúl no es solo un compañero de profesión”, confiesa Riveros, mientras preparan los guantes para el entrenamiento. “Es ese hermano mayor que te enseña los trucos del oficio y te aconseja sobre la vida misma. En el arco y fuera de él”.

No hay sonido más mágico en el fútbol sudamericano que el himno de la Libertadores. A Olivares se le quiebra la voz al recordar su debut: “Me transporté a esas pichangas en La Cisterna. De repente, ese cabro chico que soñaba con atajar penales importantes estaba ahí, bajo los tres palos de la Copa”.

Riveros vive esta aventura con doble intensidad. “Cada atajada es por Venezuela y por Chile”, confiesa mientras acaricia el escudo del Monagas. “Es como si cada partido jugara con dos corazones latiendo al mismo ritmo”.

Más Allá del Horizonte: Los Nuevos Desafíos

El hambre de gloria no conoce límites. “¿Un Mundial? ¿Por qué no?”, sonríe Olivares con esa picardía característica. “Ya me dijeron que estaba loco cuando soñaba con la Libertadores, y acá estamos”.

Thomas, mientras tanto, apunta sus guantes hacia el viejo continente. “Europa es ese sueño que todo futbolista persigue”, admite. “Pero primero quiero hacer historia aquí, ser el arquero que Venezuela recuerde”.

Desde aquellas tardes polvorientas en Chile hasta las noches mágicas de la Libertadores, estos guardianes del arco demuestran que la perseverancia puede más que cualquier pronóstico. Su historia no es solo de fútbol: es un recordatorio de que los sueños, con suficiente corazón y trabajo, terminan haciéndose realidad.

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