La popularización de tests online y contenidos en redes sociales ha contribuido a que cada vez más adultos se autodiagnostiquen con TDA/H. Sin embargo, la evidencia científica muestra que los síntomas de falta de atención no son exclusivos de este trastorno. También pueden aparecer en cuadros de ansiedad, depresión, insomnio o como respuesta a un estilo de vida saturado de exigencias.
“Uno de los errores más comunes es pensar que cualquier dificultad para concentrarse equivale a tener TDA/H. Pero la atención es una función compleja, influida por múltiples factores emocionales, sociales y contextuales”, explica Claudia Szita, académica de Psicología de la Universidad Andrés Bello, sede Viña del Mar.
La tendencia al autodiagnóstico exprés puede llevar a interpretaciones erróneas que invisibilizan problemas de salud mental que requieren otro tipo de abordaje. En lugar de preguntarse por qué se está olvidando o dispersando, muchas personas se conforman con una etiqueta que no siempre refleja la raíz del malestar.
“El diagnóstico debe ser el resultado de un proceso clínico serio, que considere la historia personal, el entorno y la evolución de los síntomas. No basta con identificarse con un video o un test en línea”, advierte Szita.
Sin trivializar
Otro riesgo del sobrediagnóstico es que trivializa el TDA/H, restándole legitimidad a quienes realmente conviven con este cuadro clínico. Además, puede implicar tratamientos innecesarios, con riesgos médicos y costos elevados, desviando recursos de quienes sí necesitan apoyo.
“Cuando todo se reduce a un déficit, perdemos la oportunidad de comprender el síntoma como una expresión de algo más profundo. El olvido o la inquietud pueden ser formas de comunicar un malestar emocional que no encuentra otra vía”, señala la académica de la UNAB.
Desde la psicología clínica, se entiende que los síntomas no son simples fallas internas, sino formas de comunicación en un entramado de vínculos y contextos. El exceso de movimiento, por ejemplo, puede ser una manera de regular con el cuerpo lo que la mente no logra sostener: ansiedad, sobrecarga de estímulos o conflictos no elaborados.
“Es importante mirar los síntomas en relación con la vida emocional y los vínculos. A veces lo que está en juego no es lo que falta en el individuo, sino lo que no logra sostener el entorno: adultos sobrecargados, sistemas rígidos, una cultura que exige atención cuando la vida misma la fragmenta”, reflexiona Szita.
La invitación, entonces, es a evitar el autodiagnóstico y la etiqueta rápida. Consultar con profesionales capacitados no solo permite un diagnóstico más preciso, sino también un tratamiento adecuado y ético.
“Autodiagnosticarse puede parecer un acto de autonomía, pero en realidad es una forma de evitar el verdadero trabajo terapéutico: mirar hacia adentro, comprender el malestar y construir nuevas formas de estar en el mundo”, concluye Claudia Szita.
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