Desde una perspectiva de salud sexual y reproductiva, los efectos del abuso incluyen riesgos de infecciones de transmisión sexual, embarazos no deseados y mayor vulnerabilidad a la violencia en relaciones futuras. En Chile, cerca de 9 mil niños atendidos en programas de protección han sido víctimas de abuso sexual, lo que evidencia la necesidad urgente de prevención y apoyo. La educación sexual integral en la escuela, en las familias y comunidades es esencial, enseñando a los menores a reconocer y defender sus derechos sobre su cuerpo.
Si llega a producirse esta vulneración, las víctimas necesitan apoyo médico y psicológico especializado para sanar, y los sistemas de salud deben ofrecer acompañamiento a largo plazo. Es fundamental una colaboración intersectorial entre salud pública, educación, servicios sociales y organismos de protección infanto-juvenil. La capacitación de profesionales en esta temática permitirá detectar señales tempranas y ofrecer el apoyo adecuado.
Marcela Opazo Galaz
Académica de Obstetricia
Universidad Andrés Bello, Concepción
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