“Durante el invierno, el cuerpo femenino enfrenta una serie de desafíos que muchas veces se subestiman. El frío, la menor exposición a la luz solar y los cambios en la rutina pueden impactar directamente en la salud ginecológica y emocional”, explica Macarena Arriagada Belmar, directora de la carrera de Obstetricia de la Universidad Andrés Bello, sede Viña del Mar.
Cambios hormonales y menstruación más difíciles
Uno de los primeros efectos del invierno se manifiesta en el ciclo menstrual. Según Arriagada, “las bajas temperaturas pueden alterar la secreción de hormonas como la FSH (foliculoestimulante) y el cortisol, lo que puede traducirse en ciclos más largos, irregulares o con mayor sintomatología premenstrual”.
Además, la menor exposición a la luz solar disminuye los niveles de vitamina D y serotonina, lo que puede intensificar síntomas como irritabilidad, fatiga y dolor. “Muchas mujeres sienten que su SPM se vuelve más intenso en invierno, y no es casualidad. Hay una base fisiológica detrás”, agrega la académica.
¿Qué hacer? Para mitigar estos efectos, el especialista recomienda “mantener una rutina de actividad física moderada, como caminatas o yoga en casa, aumentar la ingesta de alimentos ricos en vitamina D y aplicar calor local en el abdomen para aliviar los cólicos”.
Secuencia vaginal e infecciones.
Otro efecto poco visibilizado del invierno es la secuencia vaginal. El uso de calefacción y la baja humedad ambiental pueden alterar la mucosa íntima, generando molestias e incluso aumentando el riesgo de infecciones como candidiasis, vaginosis o cistitis.
“Muchas mujeres consultan por picazón, ardor o sensación de resequedad durante el invierno. Es importante entender que no siempre se trata de una infección, pero sí de un desequilibrio que puede prevenirse”, señala Arriagada.
La hidratación adecuada —al menos dos litros de agua al día—, el uso de ropa interior de algodón y evitar prendas húmedas o muy ajustadas son claves medidas. Además, “en casos de molestias persistentes, se pueden usar hidratantes vaginales sin estrógenos, siempre bajo orientación médica”, advierte la experta.
El ánimo también se enfriaba
El Trastorno Afectivo Estacional (TAE) afecta a entre el 1 y el 10 % de la población, y las mujeres son especialmente vulnerables. “El TAE no es solo ‘estar bajoneada’. Es una condición real que puede afectar el sueño, el apetito y la energía diaria”, advierte Macarena Arriagada.
Los síntomas más comunes incluyen somnolencia, irritabilidad, ansiedad y antojos de carbohidratos. Para enfrentarlo, Arriagada recomienda “la fototerapia con lámparas de luz blanca intensa, el ejercicio regular y, en algunos casos, la terapia cognitivo-conductual adaptada a este trastorno”, dice.
“Es fundamental que las mujeres se escuchen y pidan ayuda si sienten que su ánimo cambia de forma persistente en invierno. No hay que normalizar el malestar emocional”, enfatiza.
Inmunidad y fertilidad
El sistema inmune también se ve afectado por el frío, lo que puede tener consecuencias indirectas sobre la salud reproductiva. “Las infecciones respiratorias frecuentes, el estrés térmico y las alteraciones del sueño pueden influir en la ovulación y en la respuesta inflamatoria del útero”, explica Arriagada.
Dormir bien, mantener una dieta rica en frutas, verduras y probióticos, y proteger zonas clave como el abdomen y los pies son simples pero efectivas para cuidar medidas la fertilidad y el equilibrio hormonal.
Un enfoque integral
Aunque la evidencia científica sobre estos efectos estacionales aún está en desarrollo, diversas sociedades internacionales de ginecología ya promueven un enfoque preventivo. “Es importante que las consultas ginecológicas en invierno incluyan una evaluación emocional, control de vitamina D y educación sobre autocuidados íntimos”, sostiene el académico de la UNAB.
El mensaje es claro: el frío no es solo un factor incómodo, sino un agente que puede afectar múltiples dimensiones de la salud femenina. Pero también es una oportunidad para fortalecer el autocuidado.
“Con pequeños cambios en la rutina, las mujeres pueden enfrentar el invierno con mayor bienestar. La clave está en informarse, escuchar el cuerpo y no dejar pasar señales que antes no estaban”, concluye Arriagada.
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