Uno de los aspectos más importantes a considerar es el horario del paseo. Durante las horas de mayor radiación solar, generalmente entre las 11:00 y las 18:00 horas, el pavimento puede alcanzar temperaturas muy elevadas, incluso cuando el ambiente parece “tolerable” para nosotros, las personas. Las almohadillas de nuestros perros y gatos son sensibles al calor y pueden sufrir quemaduras en pocos minutos. Una regla simple es apoyar el dorso de la mano en el suelo por cinco segundos: si quema, también quema para ellos. Por eso, los horarios más seguros son temprano en la mañana o al atardecer, o bien privilegiar superficies como el pasto o tierra.
El calor excesivo también aumenta el riesgo del llamado “golpe de calor” o “shock térmico”, una condición grave que puede comprometer la vida de las mascotas. Jadeo intenso, decaimiento, encías muy rojas o salivación excesiva son señales de alerta que obligan a suspender el paseo y buscar atención veterinaria. Este riesgo es mayor en cachorros, animales geriátricos, braquicéfalos (como bulldogs, pug o bóxer) y mascotas con sobrepeso, cuya capacidad de regular la temperatura es más limitada.
Además del horario, es clave ajustar la intensidad y duración del paseo. En verano no se trata de recorrer largas distancias ni de forzar la actividad física. Paseos más cortos, tranquilos y con acceso a sombra suelen ser suficientes. La hidratación es fundamental: las mascotas deben contar con agua fresca en todo momento, idealmente renovada dos a tres veces al día o manteniéndola fría con algunos cubos de hielo durante las jornadas más calurosas.
Existen también medidas complementarias que ayudan a reducir el impacto del calor, como mantas o collares refrigerantes. Si se opta por mojarlos, esto debe hacerse correctamente: no se recomienda mojar el dorso, ya que la evaporación puede dificultar la disipación del calor. En cambio, es más efectivo humedecer cuello, abdomen y patas, donde hay mayor irrigación sanguínea y se facilita el enfriamiento corporal. El uso de zapatos puede proteger las almohadillas, siempre y cuando, se realice una aclimatización previa para evitar mayor estrés. Además, en mascotas geriátricas o con movilidad reducida, los coches de paseo permiten seguir disfrutando del entorno sin sobreexigencias.
Finalmente, pasear de forma responsable implica entender que el bienestar de nuestras mascotas no depende de rutinas rígidas, sino de adaptarlas a las condiciones ambientales. A veces, cuidar es esperar, modificar el recorrido o elegir actividades dentro del hogar, que eventualmente pueden ser similares a un paseo de 45 minutos. En verano, un buen paseo no es el más largo, sino el más seguro. Porque el verdadero cariño también se demuestra tomando decisiones conscientes por quienes dependen completamente de nosotros.
Catalina Dedić, Médico Veterinario
Hospital Clínico Veterinario USS
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