La psoriasis es una enfermedad inflamatoria, crónica y no contagiosa, mediada por el sistema inmunológico, que afecta principalmente la piel y, en muchos casos, las articulaciones. Sin embargo, su impacto trasciende lo dermatológico. Cada 29 de octubre, el Día Mundial de la Psoriasis nos recuerda esta realidad invisibilizada.
Este año, La Federación Internacional de Asociaciones de Pacientes con Psoriasis enmarca este día bajo el lema “La psoriasis y sus comorbilidades: el efecto dominó” recordándonos que lo que inicia como una afectación cutánea puede ser un factor que propicie ciertas complicaciones. Investigaciones muestran que la psoriasis se relaciona con otras enfermedades no transmisibles como la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el síndrome metabólico, entre otras. Además, una de cada tres personas con psoriasis desarrollará artritis psoriásica, una afección dolorosa que puede causar discapacidad. Por otra parte, el impacto en la salud mental es aún mayor: las personas con psoriasis tienen una mayor probabilidad de sufrir trastornos de salud mental como ansiedad o depresión.
En relación con Latinoamérica, Chile es uno de los países que presenta más casos de personas con Psoriasis junto a Uruguay, Argentina y Brasil. En nuestro país existen cerca de 200.000 personas con diagnóstico de psoriasis de los cuales el 20% de ellos corresponde a casos severos que requieren tratamientos más avanzados y costosos. No obstante, la psoriasis es una enfermedad que no está considerada en la canasta GES, por tanto, el acceso a los últimos tratamientos es muy limitado. Esta exclusión constituye una barrera para el acceso al tratamiento adecuado de los pacientes, lo que repercute directamente en su calidad de vida.
La falta de un abordaje integral de la psoriasis como enfermedad sistémica conlleva consecuencias relevantes, como diagnósticos tardíos, tratamientos fragmentados y experiencias marcadas por dolor físico, deterioro emocional y estigmatización. Esta situación evidencia la necesidad de transitar hacia modelos de atención que promuevan la intervención temprana en todas sus áreas de afectación y garanticen el acceso equitativo a tratamientos eficaces en los diferentes niveles del sistema de salud.
Detener el efecto dominó, implica reconocer el impacto multidimensional de la enfermedad psoriásica en la vida de las personas, superando su visión reduccionista y apuntando a mejorar la calidad de vida de quienes la padecen.
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