El desempeño de los distintos sectores evidencia contrastes. La producción de bienes, especialmente la minería, sufrió un retroceso importante, mientras que la manufactura avanzó de manera mínima, impulsada por la elaboración de alimentos. La generación eléctrica también disminuyó por la menor actividad industrial. Estos resultados muestran la alta dependencia del país respecto del ciclo minero y la vulnerabilidad que esto genera cada vez que los precios del cobre o la producción se debilitan.
En contraste, el comercio aportó cifras positivas durante el mes. Tanto el comercio minorista como el mayorista y automotor mostraron resultados favorables, sostenidos por un leve repunte del consumo interno. Sin embargo, la dinámica mensual fue limitada, indicando que el crecimiento sigue siendo moderado y sensible a factores coyunturales. El sector servicios también contribuyó con cifras positivas, impulsado por educación y salud, aunque perdió impulso en comparación mensual, reflejando menor inversión y un consumo más prudente.
El débil resultado general evidencia la falta de motores robustos de crecimiento en la economía chilena. La desaceleración minera, sumada a un consumo irregular y a la inversión contenida, configura un escenario de fragilidad que podría prolongarse hacia fin de año. Los sectores productivos muestran pérdidas de dinamismo, reforzando la alerta sobre un crecimiento bajo y poco sostenido.
De cara a los próximos meses, se proyecta que la economía mantendrá una tendencia moderada, con expansiones anuales que dependerán de la evolución minera y del comportamiento del consumo interno. Se espera que el último trimestre del año presente cierta mejora por el gasto asociado a las fiestas de fin de año y por una menor base de comparación respecto al año anterior.
Aun así, persisten obstáculos estructurales, como la baja inversión privada, la incertidumbre regulatoria en sectores estratégicos y la lenta recuperación del empleo formal. La estabilización de los precios del cobre podría aliviar las exportaciones durante el verano, y la reducción de las tasas de interés del Banco Central podría estimular crédito e inversión hacia comienzos de 2026, siempre que se mantenga la confianza empresarial y las condiciones externas no se deterioren.
En síntesis, agosto confirma que la economía chilena avanza con lentitud, sostenida principalmente por el consumo y los servicios, pero lastrada por la minería. Chile enfrenta el desafío de diversificar sus motores de crecimiento y consolidar un modelo que garantice estabilidad y competitividad en un entorno internacional cada vez más exigente. Los próximos meses serán decisivos para definir si el país logra consolidar la recuperación o persiste en un ciclo de bajo crecimiento estructural.
Manuel Cea, director de Ingeniería en Administración de Empresas UNAB sede Viña del Mar
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