La decisión de la Democracia Cristiana de respaldar a Jeannette Jara y pactar con el oficialismo marca un giro estratégico que busca asegurar su supervivencia institucional. No se trata de un acto simbólico menor, sino de una jugada política con efectos de fondo. La Democracia Cristiana decidió respaldar la candidatura presidencial de Jeannette Jara y sumarse a una lista parlamentaria única con el oficialismo. Para algunos, es un acto de claudicación ideológica; para otros, una jugada racional que busca asegurar su supervivencia política. La decisión reconfigura el tablero en tres niveles estratégicos clave.
Primero, permite a Jara proyectar una candidatura que trasciende a su coalición original. Hasta ahora, su campaña arrastraba el peso de ser exclusivamente de izquierda, lo que dificultaba conectar con el electorado moderado. El apoyo democratacristiano —aunque de escaso peso electoral— tiene alto valor simbólico: muestra apertura, moderación y voluntad de articular mayorías. En un escenario de segunda vuelta, donde el centro puede definir el resultado, esa imagen de transversalidad será más importante que el número exacto de votos que la DC pueda movilizar.
Segundo, el pacto parlamentario entrega una señal clara de cohesión dentro del oficialismo. A diferencia de la derecha, donde la tensión entre Evelyn Matthei y José Antonio Kast mantiene la indefinición sobre listas y apoyos, el oficialismo logra ordenar su oferta. Esa foto de unidad puede tener efectos en la opinión pública: mientras un sector se fragmenta, el otro se alinea. No es poca cosa en un sistema donde el votante sanciona la dispersión.
El tercer punto —y probablemente el más determinante para la DC— es la lógica de sobrevivencia. Las actuales reglas del sistema político obligan a los partidos a superar umbrales más exigentes para mantener su legalidad y financiamiento. Declarar libertad de acción o rechazar a Jara habría condenado al partido al aislamiento. Al anclarse a una candidatura competitiva y a una lista unificada, la DC no traiciona su historia, sino que apuesta por seguir existiendo.
Esta opción tiene fundamento comparado. La literatura politológica, desde Panebianco hasta Levitsky, muestra que los partidos tradicionales que enfrentan declive sobreviven si logran articular nuevas alianzas y adaptarse al entorno. No es la resistencia doctrinaria lo que garantiza continuidad, sino la capacidad de reconstrucción estratégica. Casos como el de la democracia cristiana italiana tras los 90 o la socialdemocracia portuguesa postcrisis lo prueban.
¿Hay riesgos? Evidentemente. La DC sigue tensionada y si Jara no logra consolidar su liderazgo, podría arrastrar consigo al partido. Pero en contextos críticos, sobrevivir también es ganar. En política, los símbolos importan. Y hoy, el gesto de la DC permite a Jara ampliar su margen, al oficialismo proyectar orden y al partido evitar la extinción. No es poco.
Esta mañana, diversas comunidades mapuches de la comuna de Perquenco se reunieron en un emotivo…
El próximo 25 de octubre, el CMPC Frontera Trail vivirá su novena edición en el Parque CMPC…
El Club Sakura Newen de Temuco ha vuelto a dejar en alto el nombre de…
La revolución tecnológica es una realidad más que plausible en todo el globo terráqueo, llevando…
Treinta jóvenes estudiantes de diversas carreras de la Universidad, IP y CFT Santo Tomás de…
Apoyado por el Comité de Desarrollo Productivo Araucanía por Corfo, el evento “ChileConnect”, en su…